¡Mañana! el Festival Internacional de Poesía de Medellín cierra su programación en el Museo con la conversación con Eduardo Esparza (Colombia): Memoria de las víctimas, en las series pictóricas Visibles, Palabra y Memoria, y Desentierros.

10:00 a.m., entrada libre.

Toda la información: https://www.festivaldepoesiademedellin.org

A los autoproclamados defensores de nuestra moral pública les encanta ir censurando cosas en nombre de la tradición y los buenos valores de todos. A Pedro Nel Gómez, uno de los más eminentes intelectuales de la historia antioqueña, le tocó vivirlo.

Que muy moderna y muy industrializada, pero eahvemaría pa’ mojigata: bastó con que él pintara unos desnudos y Medellín se es-can-da-li-zó.

Ocurrió en las primeras décadas del siglo XX. La pequeña villa se había convertido en una prometedora ciudad y la Alcaldía lo celebró con la construcción del Palacio Municipal, un edificio que recogía con su diseño el espíritu de modernización de la época. Los murales que lo decoraron le fueron encargados a Pedro Nel, quien debía contar en ellos la historia, la riqueza y el despertar del pueblo a la vida política, y registrar el cambio de mentalidad y estética urbana de Medellín que el edificio mismo representaba. Pero qué joda.

José María Bernal, alcalde para 1950, dijo sobre las obras que decoraban su despacho y la sala de sesión del Concejo de Medellín: “Estas obras distraen la atención, quitan rendimiento a la faena. A la Alcaldía van todo tipo de personas: señoras, señoritas, niños, sacerdotes, y algunas de estas personas se sienten heridas con estas pinturas”. Y las mandó a tapar. “Mejor sería que me hubiesen fusilado por la espalda”, respondió Pedro Nel, “Bernal ha cubierto Antioquia, porque los cuatro frescos representan, en su unidad, la vida de nuestro pueblo antioqueño”. Vida que se quedó tapada hasta 1958, cuando el alcalde Rafael Betancourt, en un indelicado acto con las señoras, señoritas, niños y sacerdotes, les quitó el tupido velo de años atrás.

Hoy conmemoramos los 120 años de nacimiento del ingeniero, urbanista, filósofo, escultor y muralista. Conozcan su legado en el Museo Pedro Nel Gómez y en los murales que dejó en nuestro edificio sede.

En la imagen: Las fuerzas migratorias, mural de la Sala del Alcalde.

Somos el museo histórico de arte más antiguo de la ciudad y tenemos una de las colecciones más grandes de Colombia, lo que nos convierte en receptáculo de los más altos ideales estéticos e ilustrados de nuestra cultura y una de las postales infaltables de identidad de Medellín, gracias, además, a nuestro edificio y la Plaza Botero.

Esa realidad, a la vez, está en tensión con la historia de violencias sociales que se evidencian en comunidades que habitan nuestro entorno y el paisaje que nos rodea, que no entendemos como un limitante o una debilidad, sino como la posibilidad de ser un laboratorio de transformación social de una gran riqueza conceptual.

La naturaleza de nuestro trabajo está en la tensión de esas dos caras de nuestra cultura. No somos un museo de arte en términos tradicionales porque la historia de los altos ideales estéticos que albergamos están en estrecho contacto con las más crudas realidades sociales a los que nuestros ideales culturales también nos condujeron.

Agradecemos a todas las personas y colectivos que hoy respaldan con cariño el trabajo que realizamos. A usted, que está leyendo esto.

Y agradecemos a las instituciones que han creído en esta labor:

EPM estamos ahí
Bancolombia
Grupo Argos
Fundación Sura
MUV
Comfama
Alcaldía de Medellín
Ministerio de Cultura

¡Mañana! Nos tomamos la Plaza Botero, nuevamente, con nuestra colección bibliográfica: Lecturas a la Plaza, una estrategia de La banca azul para generar reflexiones que conjugan los universos del arte y la literatura, y construye conceptos que permiten imaginar otras formas de habitar la ciudad y el Museo. Desde las 2:00 p.m., participación libre.

Y desde este jueves: Ver para leer, una nueva actividad de La banca azul para activar nuestra colección permanente mediante acciones de promoción de lectura de corta duración. 2:00 p.m., tarifas habituales.

¿Conocen La banca azul?, un proyecto que realizamos gracias a la Fundación MUV y que hace parte de Museo 360: http://www.museodeantioquia.co/programa/la-banca-azul/

¿Por qué somos una institución privada?

“Museo de Zea a la gloria de los libertadores de la Patria y como homenaje a los cultivadores de las ciencias y las artes”, así nacimos en 1881, integrados a la Biblioteca del Estado Soberano de Antioquia. El homenaje y la gloria fueron discursos bonitos pero de ánimo intermitente: el Museo, sin sede propia, cerró varias veces por varios motivos. La gestión de sus directores, en las primeras décadas, estuvo centrado en la Biblioteca, y el Museo no despertó entusiasmo: “La Biblioteca tiene vida, el Museo ha entrado en agonía. Sensible es el deterioro que se nota: el viento arroja por los huecos que han dejado los muchos vidrios rotos de las puertas una cantidad considerable de polvo que viene a adherirse a los cuadros, a las vidrieras y a cuanto objeto visible hay…”, escribió el director Manuel A. Lalinde en 1914. La década del 20 fue de decadencia, y para el siguiente decenio la colección fue guardada y chao Museo.

En los años 40 la Sociedad de Mejoras Públicas decidió recuperar la institución: crearon un proyecto de carácter privado que conservó el nombre de Museo de Zea, con la intención de rescatar la memoria y el legado cultural perdido. La decisión de privatizarlo se fundamentó en que la vida del Museo no dependiera de voluntades políticas que jamás comprendieron su función y ya lo habían dejado morir. La sede de reapertura fueron los salones de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, que luego reclamó el espacio, por lo que el Museo estuvo viviendo de arriendo en arriendo por años. Hubo un intento de construir un edificio propio en alguno de los terrenos propiedad del municipio, pero el Concejo de Medellín se negó. La primera sede propia, hoy nuestra Casa del Encuentro, llegó en 1955, y en el año 2000 llegamos a nuestro actual edificio.

La historia reciente no ha sido sencilla, pero es nuestro carácter privado el que ha permitido que hoy ustedes estén leyendo esta anécdota, entre simpática y triste, narrada por un museo vital cuyo trabajo hoy se piensa como fundamental en la vida pública de nuestra sociedad (razón por la que recibimos apoyo de instituciones estatales). No dejen de visitarnos.

Si quieren saber más de nuestra historia: https://www.museodeantioquia.co/el-museo/#/historia/historia/

El Festival Internacional de Poesía de Medellín regresa al Museo.

No se pierdan la programación que tendremos esta semana:

Martes 2 de julio · 4:00 p.m
Conferencia de Iván Velásquez (Colombia):
Verdad histórica y justicia.

Viernes 5 de julio · 10:00 a.m.
Conversación con Eduardo Esparza (Colombia):
Memoria de las víctimas, en las series pictóricas Visibles, Palabra y Memoria, y Desentierros.

Toda la información:

Festival Internacional de Poesía de Medellín

“El peor castigo que podía caerle a un medellinense respetable, era, por encima de todo, que un hijo suyo resultara marica”, dijo en algún momento el artista Félix Ángel (1949), contra quien la sociedad de Medellín se fue varias veces por ese motivo.

En 1975, publicó la novela ilustrada Te quiero mucho, poquito, nada, en la que trató la homosexualidad, el erotismo y la ciudad. Todo un escándalo.

Félix Ángel pagó con sus ahorros el tiraje de 1.000 ejemplares que solo Alberto Aguirre quiso vender en su librería. Y la publicación, que tenía una fotografía de su cara en la portada, le causó serios problemas: varios ejemplares fueron quemados, recibió amenazas de muerte en su estudio, por lo que tuvo que mudarse, y en la calle la gente lo detenía para gritarle «las cosas más horribles». Aunque también ha sido uno de los hitos de su carrera: en 2012 fue elegido por la Revista Arcadia como una de las 25 joyas gay de la cultura colombiana, y el libro está disponible en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y en la Universidad de California.

Para el artista, radicado desde hace décadas en Washington, donde fue el director del Centro Cultural del Banco Interamericano de Desarrollo, el Museo de Antioquia también significó una controversia en su historia: en la década del 70, la junta directiva del Museo y la Arquidiocesis obligaron a desmontar una exposición suya de collages eróticos: «Yo los hacía con pedazos de revistas que se conseguían en la calle, o sea que yo no estaba trabajando con material ilegal, eso lo leía la gente de Medellín, entonces me parecía lo más normal. Alegaron que al Museo iban muchachos de los colegios y que ellos no podían ver eso, y yo decía: ‘¡pero si son los primeros que leen esas revistas!’”.

En este día de marcha por el reconcimiento de los derechos de la comunidad lgtbi, recordamos la obra de este artista, presente en la ciudad con murales de su autoría ubicados en la estación Estadio del Metro de Medellín, y en la Biblioteca de la Universidad Pontificia Bolivariana.

Presentamos aquí una de las obras de Ángel que conservamos en nuestra colección, y que aborda uno de los temas recurrentes de su trabajo: los ciclistas.

Un 3 de julio nació Franz Kafka, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, autor de obras tan notables como La metamorfosis, El proceso y El castillo. Para conmemorarlo, queremos poner en diálogo nuestra colección con la imaginación narrativa de quienes acepten el reto: una tarde de microrrelatos inspirada en las imágenes que alberga el Museo de Antioquia.

El taller será ofrecido por William Rouge, escritor, coordinador de talleres de creación literaria, docente universitario de la Facultad de Educación de UPB. Licenciado en Filosofía y Letras, especialista en Literatura y magister en Literatura con énfasis en Ciudad.

En alianza con Medellín en 100 palabras

Cupos limitados para 20 personas. Inscripciones aquí: https://www.museodeantioquia.co/evento/tarde-de-microrrelatos-kafka/

Si Dios hubiese nacido aquí
Sería un pescador,
Cogería chontaduro
Y tomaría borojó.
María sería una negra
Requete-gordita como yo
Que sobre la cabeza
Llevaría un platón
Llenecito de pescado
Ofreciéndolo a toda voz
Recorriendo las calles
Por toda la población
“Llevo pescao fresquito
Con leche y sin estropiá;
El pargo pa´come frito,
Y el ñato pa´sancochá,
Canchimala par tapao
Y er pollo pa´sura”

Si Dios hubiese nacido aquí,
Aquí en el Litoral,
Sería un agricultor
Que cogería cocos en el palmar
Con un cuerpo musculoso
Como un negro de El Piñal,
Con una piel azabache
Y unos dientes de marfil,
Con el pelito apretado
Como si fuera chacarrás.
En la llanura del Pacífico
Tumbaría natos y manglar
Que convertiría en polines
Pa´los rieles descansar,
Y sacaría cangrejos
De las cuevas del barrial.

Si Dios hubiese nacido aquí,
Aquí en el Litoral,
Sentiría hervir la sangre
Al sonido del tambor.
Bailaría currulao con marimba y guasá,
Tomaría biche en la fiesta patronal,
Sentiría en carne propia
La falta de equidad
Por ser negro,
Por ser pobre,
Y
por ser del litoral.
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Si Dios hubiera nacido aquí, Mary Grueso.
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¿Cómo crear, desde el arte, acciones que reivindiquen el lugar en, nuestra sociedad de comunidades históricamente discriminadas?: permitiendo que esas comunidades narren sus propias historias e intereses por medio de nuestra colección, enriquecida, además, con sus
propios archivos y documentos históricos.

Presentamos La consentida es: Familia negra, una exposición realizada colectivamente por comunidades afroantioqueñas, quienes, mediante laboratorios y de etnoeducación que revisaron nuestras salas y archivos, crearon esta reflexión y acción de reparación simbólica con su memoria.

Con el apoyo de EPM estamos ahí

Más información: https://www.museodeantioquia.co/exposicion/la-consentida/#/familia-negra/

Ethel por Ethel

«Ethel Gilmour nació hace mucho tiempo en un país muy lejos, pero ella está todavía joven.

Cuando ella era una niña tenía mucha fama por sus dibujos de caballos. Todos sus amigos querían un caballo pintado encima de sus chaquetas.

Ethel estudió arte en la universidad y después ella encontró a Jorge. Jorge vive en Colombia, en los Andes, un país muy lejos para Ethel. Jorge y Ethel se casaron y viven en Medellín, muy felices.

Ethel pinta todas las cosas que ella quiere: casitas colombianas pintadas de azul y naranja, las montañas altas y verdes, un conejo, una mariposa grande mostrando sus alas brillantes, una rosa rosada y la lluvia.

Ella también pinta todas las cosas que ella no quiere: pistolas negras, niños sin comida, inundaciones de pueblos, un perro solo en la calle y más que todo la terrible guerra en todas partes.

Su arte es como un sancocho, un poco de todo.

Ethel es profesora y tiene miles y miles de estudiantes.

Ethel ama a su Jorge, sus estudiantes, sus animales y sus días de pintar».

Vengan a visitar a una de nuestras más entrañables artistas: Ethel Gilmour (1940, USA – 2008, Medellín). Y, si quieren, pasen por nuestra tienda y lleven un recuerdo de esta bonita historia a casa.

El pueblo y el guayacán, instalación que realizó en 2006.

Hay un solo camino a seguir: reconocer y defender el derecho que cada ser humano tiene de determinar su propia vida.

Hoy celebramos que no somos iguales. Hoy, y todos los días, celebramos que cada una de las personas que está leyendo este mensaje es distinta de las demás. Hoy recordamos los momentos de vergüenza que todos hemos vivido a causa de ese ser distintos, en nuestras particularidades. Y celebramos, orgullosos, que esa vergüenza se debería transformar en la celebración de nuestro mayor capital: la diversidad.

Somos demasiados para tener que ser todos iguales.
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Están invitados hoy a nuestro recorrido comentado, de las 2:00 p.m., desde una perspectiva LGTBI.
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Esta es una de las obras de Benjamín de la Calle (1869 – 1934) que custodiamos en nuestra colección. Pionero de la fotografía en Antioquia, se ocupó, entre otros asuntos, de retratar las más diversas formas de nuestra sociedad en el siglo pasado.

Su taller se ubicaba cerca de la estación ferroviaria de Medellín, y en el corazón de un barrio donde se hospedaban y divertían viajeros de bajos recursos. Esto le permitió registrar con su cámara personas que tal vez, como él, por su homosexualidad, vivían en contravía de la moral dominante.

En el contexto de la profesionalización del arte en Colombia, para finales del siglo XIX y comienzos del XX, Francisco Antonio Cano es considerado uno de los pioneros de la representación del paisaje y su enseñanza académica, que en el país tuvo otras figuras pioneras como Andrés de Santamaría, de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. Cano consideraba el paisaje un tema en sí mismo para la «institución artística», y no el telón de fondo donde ocurrían acciones cotidianas de personajes o colectivos. Si bien el paisaje ya había aparecido antes en la historia del país, es en este punto en el que logra ser una «categoría artística» independiente dentro de los temas que preocupan al artista-profesional-pensador, dándole un estatus igual de importante a géneros como el retrato.

La habilidad técnica de Cano como dibujante se fundamentó, hacia 1884, junto con su amigo Horacio Marino Rodríguez. Luego, al viajar a Europa, ingresó en la Academia Colarossi, y tomó lecciones en la Escuela de Bellas Artes de París. El tratamiento del paisaje en su obra es resultado del academicismo técnico adquirido durante sus estudios allí, que luego usó en su carrera como profesor formador de generaciones de artistas de Medellín y Bogotá.

Las obras que aquí presentamos son estudios y dibujos de Cano que hacen parte de nuestra colección. Como dato curioso, Cano es el artista con más número de obras en nuestro acervo, junto con Fernando Botero: 188 cada uno.