De un punto a otro

Por María Iovino

La necesidad de construir la historia desde una concepción global ha venido creciendo y madurando desde hace cinco siglos, momento en que las poblaciones del planeta comenzaron a ganar consciencia acerca de la redondez del suelo que nos ha acogido desde el comienzo del devenir humano. La expansión del horizonte desde entonces, promovida por las grandes fuerzas y capitales políticos, ha ganado celeridad, lo que penosa e inevitablemente, por siglos, unificó entenderes, visiones y relatos. La paradoja inevitable de ese desenvolvimiento fue el aplanamiento discursivo de una gran esfera, paralelo a su complejo descubrimiento físico. En tanto, no ha sido grata la historia de quienes han apelado por el valor de la diversidad o de la diferencia. La atención con ánimo de profundidad a ese tipo de reclamos es mas bien reciente, y su legitimidad se ha afianzado gracias a otra paradoja: la urgencia de las crisis, sobretodo, la ambiental. El retorno al conocimiento de la naturaleza es también un retorno al del entendimiento del ser en su más imbricada condición existencial, en la que no se pueden dejar de conocer, por supuesto, sus imaginarios con su infinita multiplicidad de particularidades. Esto hace que la construcción de la realidad se tenga que edificar hoy desde múltiples perspectivas y recorridos, entre los cuales son vitales los que se obtienen desde los puntos de radicación y los de la visión de más amplia espacialidad. Probablemente los grandes artistas siempre hablaron de ello.