Antonio Caro

 

 

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Colombia

 

 

 

Antonio Caro

 

 

 

 

 

 

 

Caro es de todos

 

 

 

 

 

¿Qué hacer para que funcionen culturalmente las obras de arte?

 

 

Por Jaime Cerón
Esa parece ser la pregunta que ha orientado por largo tiempo el tipo de prácticas artísticas que constituyen la obra de Antonio Caro. Sus proyectos confrontan hábilmente los diversos marcos institucionales que fijan y regulan el papel que el arte desempeña en el campo social y que dan forma a las propias convenciones artísticas. Caro utiliza el lenguaje verbal para aminorar el efecto convencional del sistema institucional del arte y para generar una resonancia simbólica y cultural para los distintos tipos de enunciaciones que inscribe públicamente a través de dicho sistema.

 

A través del arte se promueven los principios y estructuras que soportan el cuerpo social del que proviene. Las nociones o ideas que constituyen la experiencia de una determinada obra son respuestas a la idea de mundo que dicha estructura social afirma. El carácter local y contingente del arte, visto desde esta perspectiva, contrasta con la fantasía de que pueda tomarse como una expresión universal del espíritu humano, como suele sostenerse desde una perspectiva hegemónica.

 

Cuando Antonio Caro dice: “el arte termina donde comienza la cultura” cuestiona la capacidad del arte de funcionar como una práctica social que se active por el proceso de apropiación y resignificación cultural de los espectadores. Al trasladar al campo del arte algunas de las expresiones verbales que se usan socialmente para movilizar diferentes tipos de agendas y preocupaciones políticas, Caro garantiza un tipo particular de arraigo cultural en las obras resultantes.

 

“Caro es de todos” alude a dicha circunstancia al aproximarse a cuestiones como el aborto o la dosis personal, que ponen de presente la vulneración de los derechos de los sujetos por parte del establecimiento. Además, el hecho de producir una obra por medios impresos y múltiples permite que pueda ser llevada consigo por los espectadores, generando un principio de diseminación que solo encontramos habitualmente en el mundo de las ideas. A medida que los ejemplares impresos, presentes en la sala de exhibición, van disminuyendo, su capacidad de circulación y movilización de posiciones va aumentando. Es la posibilidad de que una persona pueda proponer su punto de vista frente a los enunciados que se recogen en estos impresos, lo que genera que estas obras funcionen como arte, precisamente donde comienza la cultura.

 

 

 

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