Editorial
Medellín vive actualmente un evento que debería estar siendo eje principal de la cultura denominado "Encuentro Internacional Medellín 2007, Prácticas Artísticas Contemporáneas" y que desafortunadamente no hemos visto que tenga ni el alcance ni la difusión que hubiéramos querido que tuviera. Puede ser que estemos juzgando muy pronto los resultados, pero la realidad es que el evento aparece muy difuso y la programación muy poco clara.
El encuentro, tal como lo fueron en su momento las Bienales de Arte de los años 70, que con su frenética actividad marcaron un hito en el mundo de la cultura de la ciudad y del país al presentar alternativas novedosas de la relación entre la obra de arte y el espectador, así como la aparición de unas nuevas temáticas y una nueva manera de ver la sociedad, deberá dejar una marca en el espíritu de la ciudad.
Este encuentro, liderado en el Museo de Antioquia, recibe las principales críticas por lo enormemente pretencioso, por lo interminable o por no tener un tema tangible a tratar. A pesar de esto, hay que reconocer que tiene la valentía de proponer un diálogo entre el mundo, a veces cerrado o casi hermético de los artistas, con la vida real de las personas de la calle.
El tema central de este encuentro es "la hospitalidad", aparentemente un tema que no tendría lugar de acomodo en el efímero espacio de una sala de arte, pero entonces aparece la reflexión lógica, cuál es entonces el sentido mismo de esos espacios si no son para el intercambio de las ideas.
Medellín ha padecido en carne propia el hecho de no ser un espacio propicio para la hospitalidad, ya sea porque hayamos sido considerados por muchos como parias o porque en nuestra propia identidad se encuentra un miedo irracional por lo desconocido. En los textos de presentación se lee que es propósito de este encuentro traer al frente el tema tan tratado del "otro". Siempre seremos nosotros mismos un "otro" para alguien y de la relación y la capacidad de aceptación de esos muchos "otros" que caminan las calles es que se construye el mundo. Por eso, la discusión no es solo de arte, es de tolerancia, de aceptación y de conocimiento sobre nosotros mismos.
Por eso los invitados de tantas partes del mundo que deberán venir y alterar la vida cotidiana, con su forma de ver y hacer, al irrumpir con sus pensamientos y sus propuestas para dejar una huella que perdure y que nos aliente a construir una sociedad menos temerosa y más arriesgada a aceptar la seguridad de su propia existencia.
Temas tan importantes como lo propio y lo ajeno, planteados como una reflexión que intente darnos una explicación del porque mientras se da ese rechazo mortal a esos otros, que también somos nosotros, padecemos una extraña enfermedad que nos lleva a sufrir de afecto incondicional por lo extranjero (personas, lenguas, marcas, tecnologías, arte) mientras dudamos o casi repudiamos la creación nuestra en una inseguridad propia de quien piensa que algo, si viene marcado como extranjero es, con certeza, mejor que cualquier cosa que hagamos aquí.
Nuestra invitación es sencilla, independientemente de cuál sea en definitiva el propósito o alcance del encuentro, el llamado a la reflexión sobre los puntos aquí planteados bien vale la pena y la ganancia es evidente para todos.
Periódico Centrópolis, Medellín, edición 54 de la primera quincena de febrero de 2007, página 2