Encuentro con Libia Posada

  

Libia Posada (Medellín)
El cuerpo como territorio político

 Por Sol Astrid Giraldo

Palabras clave:
Poder, discurso médico, imagen, cuerpo, política, espacio, percepción, memoria sensorial, territorio, público-privado

 

Técnicas: instalación, fotografía, pintura, performance, apropiacionismo

 

¿Qué es el ser humano? es la pregunta obsesiva que se hace Libia Posada desde los dos saberes en los que se instala: la medicina y el arte. Y si en la medicina encontró un espacio plagado de cuerpos vulnerables, inermes, aterrados por el dolor que provocaron sus reflexiones, es en el arte donde ha buscado las respuestas. Desde esta perspectiva, el cuerpo salta a un primer plano, pero no un cuerpo biológico, sino uno atravesado por la política, el discurso científico y el poder. La enfermedad también es entendida en este sentido no como una simple dolencia física individual, sino como una patología social y colectiva que también cuestiona la razón y la lógica.

 

Aunque L Posada se inició en la pintura, muy rápidamente dio el paso a la instalación, a los objetos, a las imágenes apropiadas. Con estas tácticas, ha reflexionado sobre la ciencia y la medicina como discursos sociales, autoritarios, excluyentes ante los cuales los individuos desaparecen para convertirse en cifras, medidas, diagnósticos. Y ha acudido al universo objetual de la medicina, a sus textos, a su lenguaje, a sus rituales, a sus códigos para desnudarlos desde adentro. Mientras el blanco para la medicina tiene una connotación de asepsia, paz, armonía; en las instalaciones de Posada aparece como un color violento, potente, un poder jerárquico ante el cual el cuerpo del paciente sucumbe. Mientras el silencio en un recinto hospitalario es terapéutico y sinónimo de calma, en su obra se revela elocuente, cargado, autoritario.

 

L Posada acude también a la memoria sensorial, olfativa, táctil, gustativa, además de la visual del espectador, quien acaba de completar los escenarios que ella plantea con mínimos elementos: un tubo metálico, una camilla, unas muletas, una gasa, una camisa de fuerza… La artista pone en escena un objeto que desencadena una red de asociaciones en la razón y las sensaciones del espectador. Por esto, el público es absolutamente necesario para la activación de sus objetos, instalaciones e imágenes. Es el público quien al ponerse las camisas de fuerza, ingerir las pastillas siquiátricas de dispensadores, aspirar el oxígeno de las pipetas, medirse los brazos como posible candidato a una prótesis en caso de desmembración, termina de completar la propuesta que hace la artista. Es en el cuerpo de ese público donde la obra realmente sucede. Y es ese cuerpo el territorio que Posada analiza, investiga, recrea, interroga. Ese cuerpo que está siendo modificado por las cirugías estéticas y las minas antipersonales, que está siendo manipulado por las drogas, está siendo vulnerado por un poder que lo incluye o lo excluye, que lo normatiza, lo controla, lo clasifica, lo terapeutiza, lo borra.

 

Un cuerpo que todavía no tiene una imagen, un reflejo verdadero en el espejo. L Posada quiere darle una imagen a todos esos cuerpos mutilados por las minas, aporreados por la violencia doméstica y pública, invisibilizados por la práctica médica. Quiere movilizar estos reflejos ausentes en los circuitos de la sociedad mediática. Con su obra se pregunta: si esta sociedad está produciendo estos cuerpos culturales de la exclusión y la violencia, ¿por qué se niega después a verlos, a construirles una imagen? L Posada crea esas imágenes y se las devuelve a esa sociedad que no las quiere ver mediante una operación simbólica realizada con la mayor asepsia. Pues, a pesar de sus fuertes alusiones a las más ocultas y aberrantes patologías sociales, en su obra nunca aparece la sangre, ni las vísceras ni el espectáculo que puede dar la medicina y la violencia, y del cual muchos artistas se han nutrido. Al contrario, la obra de L Posada es minimalista, mesurada, certera y directa. Tan potente y elocuente como ese blanco y ese silencio con el que siempre trabaja.

 

Artista:
Libia Posada nació en Andes (Antioquia) en 1959. Se graduó como médico cirujana de la Universidad de Antioquia en 1989, pero sintió muy pronto que sus preguntas vitales sólo era posible hacerlas desde el arte. Por eso estudió también Artes Plásticas en la misma universidad donde se graduó en 1996 y desde entonces ejerce las dos disciplinas. Esto le ha posibilitado un conocimiento desde adentro del discurso y la práctica médica, los cuales se han convertido en el centro de sus reflexiones artísticas. Ha expuesto en Medellín, Bogotá, Pereira, París, Barcelona, La Habana, Santiago de Chile, Buenos Aires, Lima, Montevideo, Caracas, entre otras ciudades.

 

Obra en el Encuentro:
Presenta dos proyectos: Evidencia clínica II: Retratos de colección. y Colombia: minas antipersonales, los cuales hacen parte de un de un proyecto mayor denominado Signos y Síntomas, el cual gira en torno a lo que se nombra y circula en el espacio publico y lo que se mantiene oculto en el terreno de lo privado.

 

Evidencia Clínica II: Retratos de colección: sustitución de obras emblemáticas de la colección permanente del Museo de Antioquia, específicamente retratos de mujeres, por una serie fotografías de mujeres en cuyos rostros se ha reconstruido por medio de maquillaje forense la evidencia física de una golpiza.

 

Colombia: minas antipersonales
Tiraje litográfico del mapa de Colombia, donde se indican los municipios afectados por minas antipersonal están circulando en los puestos callejeros de venta de afiches y revistas del centro de la ciudad de Medellín, previa sensibilización de los trabajadores de dichos puestos. Paralelamente, los mapas también se exhiben en la Casa del Encuentro, Tiendas del Museo y Casa del Encuentro donde se pueden adquirir.

 

Crítica:
“Su producción se ubica en zonas de hibridación entre ciencia y arte, institución médica y espacio social. Partiendo de las estructuras propias del espacio hospitalario y la imagen médica, establece una serie de códigos ambiguos que cuestionan nociones como razón y locura, salud y enfermedad, belleza y horror, fuerza y fragilidad, público y privado. De esta manera evidencia la lógica del absurdo que atraviesa la ciencia clásica y, por lo tanto, la comprensión de la vida misma”. Carmen María Jaramillo

 

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