Entrevista a Carlos Uribe
Miguel. Se ha discutido un tipo de condicionamiento de corte social o comunitario a raíz del tema mismo del Encuentro. ¿Qué es lo que se intentaba al utilizar esta idea de Hospitalidad y de qué manera se articula con los Espacios Anfitriones?
Carlos. Todos los espacios anfitriones están en relación con comunidades, eso no quiere decir que todos hagan arte relacionado a lo social pero nos interesaba mucho que tengan una dinámica propia con entornos y a través de ellos tener contacto también con esas comunidades y que estas conocieran del Encuentro. Es una manera de expandir un poco lo que desde el centro, desde los museos, se proyectaba. Era tener otro circuito. Los espacios anfitriones, son creados por artistas, como espacios para producir, también para difundir a otros artistas por medio de exposiciones e incluso algunos de ellos son espacios de residencia.
El más extraño de todos puede resultar Bellas Artes, pero a través de la convicción del curador, Oscar Muñoz, se intentó dar nuevo sentido a ese espacio y la idea era también tener allí lectivos que puedan visitarla, como en el caso de ustedes [La Culpable]. Pero tiene la característica que no es un taller de artistas, es una institución educativa aunque sin tantos protocolos. La sede de Ayacucho de Bellas Artes, tiene una proximidad con la calle, tanta que a veces el bullicio de los buses no deja ni conversar. Y al haber esa visibilidad directa se podía hacer mucho con una comunidad. Claro, finalmente ustedes tienen dos oportunidades: la académica y el parque Boston, que es un parque muy representativo. Creo que desde ese sentido se cumple con lo misión.
Lo que se ha dado en estos intercambios de espacios anfitriones me ha parecido de los objetivos más importantes del Encuentro. Realmente han tenido una respuesta importante del público y del medio artístico. Todo lo que se ha podido multiplicar desde allí ni siquiera lo habíamos imaginado nosotros. Se dio una interacción importante y el aporte de Cali, de Lima, de Bogotá, de Buenos Aires, de Río de Janeiro y de Caracas ha enriquecido mucho lo local.
M. Habiendo seguido muy de cerca casi todas las experiencias los espacios anfitriones te pregunto ¿cuáles serían los actos que piensas que no han funcionado o las cosas con respecto a las que serías un poco más crítico?
C: Yo veo muy positivo todo. Pienso que seguramente hubo algunas falencias pero realmente uno tiene que dar libertad y autonomía a cada espacio, tanto al anfitrión como al colectivo visitante. Ponerme a decir ahora que este artista que invitaron no realizó lo que se esperaba o que la actividad que organizó tal colectivo no tuvo un impacto tan fuerte como hubiera podido, no sería coherente de mi parte. Creo que se permitió una independencia, cada uno realizó sus cosas y en la responsabilidad de cada colectivo estaban la calidad de esos contenidos. Ha quedado muy claro que cada uno apostó por algo. Hubo muchos debates, y varias propuestas crearon una gran polémica y rechazo incluso de la organización misma. No estoy hablando de la directora, sino de la gente involucrada en la curaduría o cercana a ella, algunos se sintieron agredidos por el tipo de contenidos que se querían proyectar a través de esas obras. A mi eso me parece algo tonto, el propio debate y la confrontación crea una sinergia muy importante que le da más sentido a la transformación de este medio artístico que es tan conservador, incluso entre los artistas mismos porque se cree aún que hay figuras intocables. Yo creo que no hay jerarquías, ni de artistas, ni de personas, ni de lugares. Pienso que todo es cuestionable en el arte y la libertad que se les propuso a ustedes como espacios anfitriones es muy válida.
M. Yo también creo que la capacidad de resonancia de estos espacios es mayor, no solo por el tiempo de residencia sino porque permite intercambiar y aprender procedimientos de acción diferente. Nosotros hemos visto distintas maneras de trabajar reconociendo en cada una las exigencias de un contexto. Por ejemplo cuando conversamos con La Jíkara estaba muy claro lo que habían aprendido de Oficina #1: cómo hacer una curaduría barrial, cómo organizar de manera adecuada una exposición, cómo jugar con los escenarios…
C. Claro, y es muy importante que cuando se encuentren nuevamente tal vez puedan conversar sobre lo que sucedió aquí. Esto es algo que puede suceder en Buenos Aires, Lima, Caracas, o en Ciudad de México, gestándose desde los artistas mismos. Esto ha sido como un momento significativo que luego se tiene que dinamizar, y seguramente se va a hablar de Medellín como ese punto de encuentro cuando se reúnan luego en otro lugar.
Yo luché mucho por la presencia de los espacios anfitriones, a mí me interesaba mucho ese circuito por ser artista. Pero a veces la gente de la dirección piensa que lo más importante son los museos, lo veían peyorativamente, le recortaban el presupuesto. En verdad a los artistas nos interesa conocer esos espacios, involucramos con ellos. Y es dignificarlos también ya que parte de eso implica darles algo de presupuesto para que puedan crecer y mejorar su infraestructura. La idea es darles la importancia debida y creo que esa es la medida del éxito. Finalmente se les dio un dinero y aunque no fue mucho ellos pudieron invertirlo libremente en lo que consideraran importante.
M: ¿Cómo crees que ha sido la repercusión del Encuentro tanto en la ciudad como en la comunidad estudiantil, que es la que más debería beneficiarse de estos eventos?
C: Al ser un proyecto macro, se plantea para que llegue a toda la ciudadanía. Se habla de unos contextos de comunicación más amplios. Siempre hay un plan de medios muy pretencioso y unas expectativas muy grandes y a veces todas estas campañas publicitarias van en contra de la austeridad que los curadores quieren, y en muchos casos por manejar una imagen casi niegan que el evento tenga un proyecto publicitario. Pero eso se contrapone al plan de medios, y a la publicidad que se requiere para poder acercarlo a gente que no tiene contacto con el arte. Ese plan de medios señala que el arte está en todas partes, en la ciudad. Pero también es imposible que un evento de estos sea populista, quisiera que viniera mucha más gente, pero no podemos esperar que aparezcan los 3 millones de habitantes que tiene el área metropolitana. Yo creo que si habrá venido tal vez como el 10%, entre un evento y otro, estamos hablando de más o menos 300 mil personas.
Con el medio artístico hay una buena sintonía, el evento trató de fortalecer la plataforma del medio artístico local, y pienso que eso se ha llevado a cabo, al menos en una primera etapa. Este evento tendrá su importancia y validación en el tiempo en la medida que sigan habiendo conversatorios, exposiciones, curadores en residencia, que se siga alimentando el centro de documentación, que se sigan elaborando prácticas artísticas alrededor de La Casa del Encuentro.
Es desde ese punto de visto que vale la pena, si eso no ocurre es como si fuera una Bienal más aunque haya durado seis meses. Pienso que la labor formativa en esta parte es muy importante para volver a aglutinar el medio artístico que no creía que la ciudad tuvo su presencia e importancia en los años 60’s y 70’s con las Bienales de Coltejer. Hubo además una Bienal importante en los 80’s con su contraparte en el Coloquio de Arte No-Objetual, luego vinieron las dos últimas décadas de oscuridad con el narcotráfico y el terrorismo. Ahora tenemos la oportunidad de tener un evento que vuelve a sentarnos a todos en una misma mesa, alrededor de unos mismos intereses que nos alimentan, confrontan y que nos hacen producir un discurso visual diferente. En ese sentido son importantes estas residencias de artistas y colectivos que van a enseñarle a la gente muchas otros alternativas de trabajo, no sólo ser artista, si no ser gestor, trabajar en los procesos de exhibición, en curaduría, en contextos de producción teórica. Creo que eso es lo que realmente enriquece.
M: Claro, sería ideal llegar a comprender que el arte no es solamente el objeto que produces si no que es esencialmente el conjunto de relaciones que se generan en espacios específicos y que responden además a intereses políticos, ideológicos, sociales. Y sobre todo pensar esas otras actividades, la del gestor, el curador, el crítico de arte, etc. Este Encuentro parece además la mejor plataforma para que gente joven pueda aventurarse en estas actividades, y generar nuevas formas de interlocución ya que muchos de los comentarios que recibí cuando llegué a la ciudad eran precisamente eso: por un lado que no habían curadores jóvenes, y por otro lado, que para la gente joven en los espacios institucionales no había espacio. La cuestión era cómo empezar a oxigenar esas otras inquietudes.
C: Los curadores jóvenes aquí somos cuatro personas aparte de las dos habituales: Alberto Sierra y Samuel Vásquez. Ambos han estado más en el mercado del arte y hacen labor de curadores, pero uno debería tratar de mantener separados esos intereses. Hay cuatro personas que están detrás: Gloria Posada, Oscar Roldán, Lucrecia Piedrahíta y yo. Y luego están los asistentes de curaduría de este Encuentro: Conrado Uribe, Juan Esteban Ordoñez, Juan Manuel Perdomo, Manuela García, Adriana Pineda y María del Rosario Escobar. Estos seis jóvenes se están formando aunque no estamos seguros si están totalmente interesados en ello. Pero se está intentando hacer escuela ya que hubo también un taller de curaduría y también un taller de guías. Sin embargo aún tenemos una visión muy conservadora: tenemos un buen museo pero también está aprendiendo.
Apenas estamos construyendo un espectro en el cual podremos mover las prácticas y darles un contexto importante. En este momento estamos llamando la atención de muchas personas, nacional e internacionalmente, que han venido y se han llevado una buena imagen. Eso es lo interesante, que pase algo. A nosotros nos parece importante para el contexto, para el medio artístico. Ojalá que podamos hacer otro encuentro en unos años teniendo un lineamiento claro, confrontándose a través de exposiciones, curadores en residencia, nuevos intercambios con otras ciudades Latinoamericanas. Hay muchas cosas por hacer, pero al menos pienso que pudimos convocar a todos aquellos que se sintieron animados de acompañarnos. Hay gente que no ha querido venir, maestros muy reconocidas o docentes enquistados en las universidades que no han pasado por acá, ni han motivado a sus estudiantes a que vengan. Pero ha habido también una nueva generación, gente muy joven que no está viciada por los manejos anteriores, que entienden que esto los nutre, los actualiza. Esa es la gente que nos interesa mucho a nosotros, una nueva generación que tiene mucho por hacer.
Juanacha la Revista, No. 0, Ediciones La Culpable, junio de 2007, páginas 50 a 55