Medellín, ciudad abierta

 

 

 

 

DESDE HACÍA 25 años no ocurría nada especialmente importante en materia de arte internacional en Medellín, a pesar de que durante décadas había sido el segundo espacio para el arte en el país.

 

Siempre a la vanguardia, sede de bienales, conferencias, festivales y muestras internacionales, la ciudad se rezagó por cuenta de la guerra a muerte declarada por el cartel de Pablo Escobar, que la inundó de sangre y la convirtió, por ese entonces, en la más violenta de Colombia.

 

Por fortuna eso es cosa del pasado, pues de unos años para acá Medellín ha resurgido y ha vuelto por sus fueros gracias a la tenacidad y a la creatividad de su gente, y a administraciones como la de Sergio Fajardo que le ha dado un impulso sin precedentes a una de las ciudades más bellas de Colombia.

 

Hoy, Medellín es reconocida por su arquitectura y por obras como las del metro y el Metrocable, parques, plazas, centros culturales y bibliotecas que son motivo de orgullo de una ciudadanía que quiere recuperar la imagen de la ciudad como una ciudad moderna, amigable y a la cabeza de propuestas urbanísticas y artísticas que están en sintonía con las corrientes internacionales.

 

Dentro de ese propósito, una serie de instituciones como el Museo de Antioquia, el Jardín Botánico, las universidades Eafit y de Antioquia y la red de bibliotecas de Medellín, entre muchas otras, se unieron para realizar en este primer semestre del año un encuentro de arte contemporáneo, cuyo eje es pensar a la ciudad desde la hospitalidad, pero también desde su opuesto, la hostilidad.

 

Medellín es como cualquier ciudad latinoamericana que aún padece la violencia, la pobreza y la marginación, y por eso artistas nacionales e internacionales han sido invitados para que reflexionen sobre estos azotes.

 

"Medellín ha vivido profundas y dolorosas mutaciones -explica Carlos Uribe, artista y director artístico del evento-. Por eso la hospitalidad puede entenderse como la posibilidad de restablecer lazos sociales". Es una ciudad viva, llena de contrastes, que busca recuperar su tejido social.

 

Los curadores del Encuentro Internacional Medellín 2007, José Roca, Jaime Cerón, María Inés Rodríguez, Óscar Muñoz, Ana Paula Cohen y Bernardo Ortiz, invitaron a artistas nacionales y extranjeros y entre estos, el primero que pisó tierra paisa fue el japonés Tatsuro Niscino.

 

A finales de diciembre, Niscino recorrió las calles de la ciudad siempre mirando hacia arriba, hacia los techos, pues su intención era conectar el recorrido con los trabajos que ha hecho en otras partes del mundo. La obra del japonés plantea el rescate de elementos de la ciudad en los cuales la gente por lo general no repara, como una cruz en la cúpula de una iglesia o una rosa de los vientos en el techo de una casa. Para cumplir su propósito, instala pequeñas salas para que la gente pueda sentarse y contemplar desde otro ángulo eso que estaba ahí desde hacía tanto tiempo, pero de lo cual no se había percatado.

 

A Niscino le llamó mucho la atención la iglesia del Sagrado Corazón, de estilo europeizante, seudogótico, en el deprimido Barrio Triste, conocido por sus talleres de mecánica. La mezcla despertó su interés y por eso en Semana Santa y como segunda etapa de su investigación, construirá una sala con mobiliario y decoración típicos de algunas casas de clase media antioqueña para que los paisas vuelvan a ese sector olvidado de la ciudad.

 

Otras de las invitadas internacionales que visitaron la ciudad fueron las hermanas alemanas de origen turco, Sibel y Any Öztürk, cuyo apellido significa "los verdaderos turcos", y cuya obra hace alusión al derecho a la propiedad. Sobre la base de una ley turca según la cual quien construye durante la noche una vivienda en terreno del Estado, puede convertirse en su dueño, hicieron una performance que grabaron dentro de una galería alemana, donde con sus esposos construyeron en una noche una especie de cambuche sin que nadie los viera. Un mundo mejor yace enfrente mío es el título de la obra. Impresionadas de la similitud que encontraron entre Medellín y Estambul, harán una obra sobre el problema de la vivienda informal en la ciudad.

 

El paulista Rodrigo Bueno también visitó la ciudad la semana pasada. Recorrió varios barrios pero se interesó particularmente en Castilla y Santa Cruz en la comuna noroccidental. Su propósito es rescatar las raíces a través de la música, sobre todo del hip hop, que para él es "la orquestación de todos los elementos culturales: desde el que pone la música, hasta el que la toca y la baila, pasando por que el que pinta graffitis".

 

Para Bueno, las comunidades con poquísimos recursos hacen resistencia pura desde el arte y la música. "Saberse con tan poco significa que cualquier lazo es un verdadero tesoro: lo que cantan son sus mitos y sus historias".

 

En esto radica la fascinación que produce el ritmo, pues todos se sienten parte de esa historia cantada. Eso es lo que el brasilero quiere hacer visible: que cada uno tiene su historia aunque no la vea.

 

"Lo que hacemos aquí es un juego para que Medellín se vea mejor a sí misma -asegura-. Para nosotros es maravilloso ver que, en realidad, hay un verdadero renacimiento en la ciudad y su gente".

 

Entre los artistas nacionales, figura el polémico Adolfo Bernal, quien llevaba más de 15 años dedicado a la docencia.

 

Se hizo famoso en los años 80 porque desde una avioneta lanzó sobre Medellín cientos de volantes que decían The End y ordenó un clasificado en los periódicos con el mismo texto. Muchos creyeron que se trataba de un mensaje cifrado de la guerrilla.

 

Ahora el proyecto es volver a sobrevolar la ciudad el 29 de junio, como cierre del evento, pero esta vez con un mensaje que no tendrá la misma carga apocalíptica que tuvo el primero.

 

No cabe duda de que desde el arte, es posible hacer una reflexión sobre Medellín, como también los medellinenses pueden pensar en sí mismos y en su ciudad.

 

Eso es lo que propicia el Encuentro Internacional Medellín 2007.

 

"Es interesante que el arte se pregunte por su lugar y por la manera como puede servir en algún sentido -asegura Conrado Uribe, del Museo de Antioquia-. Los artistas, ya sin anhelos románticos, son conscientes de que no pueden cambiar nada desde el arte, pero tienen claro que deben señalar y decir algo desde lo que saben hacer. Ese es, tal vez, el sentido del arte hoy".

 

Revista Cambio, Bogotá, 15 de marzo de 2007

 

 

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