Encuentro Medellín 07: siete meses respirando arte

 

 

Erika Martínez Cuervo
Bogotá, Colombia

 

El Encuentro Internacional Medellín 07/Prácticas Artísticas Contemporáneas demostró que el arte puede pensarse desde muy diversas dimensiones: la creación, la curaduría, los espacios de exhibición, la naturaleza del espectador y, por encima de todo, la condición misma del artista en la actualidad. Con formas de expresión distintas, la reflexión acerca del tema central (la hospitalidad) se convirtió en un diálogo entre tradiciones, hábitos y costumbres que por esencia son contrarias, pero que intentaron alcanzar un punto de encuentro a través del arte y no con una pretensión de igualdad, sino precisamente en un reconocimiento de la diferencia, de la otredad, esa que observa lo que le es ajeno e intenta establecer un puente a partir de lo propio.

 

Un recorrido por los diferentes escenarios de exposición daba cuenta de las dimensiones del evento, el Museo de Arte Moderno, La Casa del Encuentro, El Museo Botero, las salas de exposición de las universidades, las calles de la ciudad, los parques (donde tuvieron lugar varias intervenciones artísticas), los centros culturales, el Palacio de la Cultura, la Red de Bibliotecas… Toda una urbe organizada en torno a la producción artística, una apertura a las nuevas propuestas a las que acudieron expertos y curiosos.

 

Fue entonces la ciudad el contenedor del MDE07; los espacios públicos y privados se dieron cita para conversar sobre el arte contemporáneo durante siete meses: discusiones, gritos, silencios, pausas, miradas, puntos de vista diferentes le dieron el tono a este gran montaje que tuvo como fecha de cierre el 30 de junio pasado, pero tiene en realidad un final abierto, como el de algunas películas que dejan al público con la necesidad de proyectar la historia o de inventarle un final cualquiera, en medio de la subjetividad que puede suponer hacer el intento.

 

Es importante que los que asistieron al evento y recorrieron las calles de Medellín en busca de arte pongan sobre la mesa las percepciones de sus hallazgos, con qué se encontraron, si sus apuestas como espectadores se vieron recompensadas o si, por el contrario, representaron pérdidas; aunque puede resultar apresurado hacer este ejercicio ahora, es clave hacer la prueba porque hacía mucho tiempo que en Colombia no se realizaba un encuentro cultural de estas dimensiones, en torno al "ser" del arte y sus implicaciones dentro de una sociedad no exenta de las problemáticas a las que puede verse sometida una ciudad como Medellín, conocida en los años ochenta como uno de los lugares más violentos del mundo.

 

Por lo pronto, puedo hacer una breve referencia de algunas de las muestras a las que tuve la posibilidad de asistir durante las dos últimas semanas del evento, una mirada que no tiene la intención de repetir o de citar el contenido de lo expresado por algunos especialistas en el tema y que ha sido recopilado en los boletines, columnas de opinión y archivo de prensa que contiene la página del evento.

 

Un pedazo del MDE07

El imaginario de ciudad se construye a partir de ese archivo visual que uno tiene trazado en la mente y que es único porque está conectado con la manera en que cada individuo asume y vive los conceptos de tiempo y espacio en la ciudad; pensar en el MDE07 me refiere a un imaginario de ciudad donde se cruzan imágenes de Medellín y de las propuestas artísticas que revisé. Resultó interesante hacer una lectura de las obras desde ese cruce porque no permitió desligar el contexto de lo que se estaba observando y en conversaciones con los asistentes, descubrí que esa sensación era un común denominador, sobre todo para aquellos que no eran colombianos, de alguna forma había una concentración en lo urbano, en el encuentro con un lugar que no era el propio.

 

La propuesta del japonés Tatsuro Niscino (Tatzu Nishi) fue una intervención a la que no se podía penetrar sin pensar en su contexto próximo: Barrio Triste, una zona marginal de Medellín en la que el artista puso en juego el tema de la hospitalidad a partir de varios elementos. Uno de ellos, y el más sobresaliente, fue la inclusión de la cruz que está en la parte más alta del portalón de la iglesia del Sagrado Corazón dentro de su propuesta. La cruz atraviesa la mesa de comedor de un espacio que Niscino ha abstraído como símbolo de hospitalidad en Medellín.

 

Luego de que el espectador subía un sinnúmero de escaleras sostenidas por andamios -donde más bien parecía que se estaba llevando a cabo una remodelación y no un proyecto artístico-, cruzaba una puerta que simulaba la entrada de una casa popular y se encontraba con un comedor, una vitrina (o bifé) y una mesa con un televisor prendido. Una vez que el observador estaba allí, podía ver a través de una ventana un pedazo de la ciudad de Medellín que evidenciaba el contraste entre una zona deprimida y una zona acomodada de la ciudad. La apuesta de Niscino descontextualizó y resignificó el fragmento de un monumento religioso a partir de una intervención que cuestionó los símbolos de una cultura y los conceptos establecidos de lo público y lo privado.

 

En un entrevista anexa a la ficha técnica de su obra Acto Reflejo (2007), exhibida en la sala de exposiciones de la universidad EAFIT, Humberto Junca, artista colombiano, manifestó que la hospitalidad es "la manera amable como el nativo de un lugar recibe al extranjero, se comunica con él, lo atiende y atiende a lo que dice". En este sentido, presentó Acto Reflejo, una instalación que en la actualidad participa en el Premio Luis Caballero. Es una propuesta donde el espectador interactúa con unas esferas de discoteca gigantes dispuestas en una sala oscura, donde se pueden leer algunas frases. La experiencia se asimila a esa sensación de no lugar, de extrañeza, donde se produce una permanente tensión entre el querer identificarse con lo que se está observando y la frustración de ese deseo en un mismo instante.

 

Por su parte, José Alejandro Restrepo, con su video Protomártires (2007), proyectado en una de las salas del Museo de Antioquia, puso en juego, a través de las improvisaciones actorales que utiliza para sus proyectos, el asunto del cuerpo en un diálogo permanente con símbolos del santoral católico y que da espacio a una reflexión sobre intereses comunes como el dolor y la violencia. Es interesante la manera como Restrepo viene desarrollando varias propuestas donde el cuerpo, el arte, la religión, la política y la violencia se cruzan en un deseo intenso por revisar lo que ha sido y lo que continúa siendo el cuerpo como lugar de inscripción para la historia; desde allí el artista pone en evidencia un argumento de lo que puede representar la hostilidad, la contraparte del tema alrededor del cual giró el MDE07.

 

Fueron aproximadamente ochenta prácticas artísticas las que participaron en el MDE07, esto sin incluir las actividades teóricas. Medellín se la jugó de nuevo por el arte y eso merece un reconocimiento, pero también un espacio para la reflexión crítica de quienes tuvieron algún vínculo con el evento. En una de las charlas que se llevó a cabo en la Casa del Encuentro, Lucas Ospina, artista y profesor de la Universidad de los Andes (Bogotá), expresó en su ya conocido tono incendiario que dos de las cosas que podrían obviarse en un evento como el MDE07 serían la presencia de lo que se ha denominado curador y el registro que se hizo en pro de unas memorias del encuentro. Estos son sólo dos aspectos sobre los cuales meditar. Habrá otros tantos para poner sobre la mesa. Por lo pronto, me surge una duda: ¿cuándo habrá lugar en Bogotá para un evento artístico de estas características?

 

 

Portal Terra Magazine Latinoamérica, 1 de agosto de 2007

 

 

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