Entre las piezas expuestas está el ‘manual’ que pintó de las partes de la moto, por si se varaba.
Lo que se fijó en la cabeza del artista Mateo López, en el viaje que hizo entre Bogotá, Medellín y Cali, conduciendo una moto Vespa, se puede ver sobre una mesa larga en la Galería Casas Riegner, de Bogotá. El recorrido lo hizo a mediados de este año a todo lo que daba su aparato, cargado de dibujos, lápices, libretas y algo de ropa: 60 km por hora. Velocidad que no estremecería a ningún piloto, pero le permitió apreciar paisajes bajo la lluvia o el sol.
López, de 29 años, expone por primera vez en Bogotá, luego de haber sido premiado en la más reciente Bienal de Cuenca (Ecuador) y de sus exposiciones en Buenos Aires y Ciudad de México. Aunque su fuerte ha sido el dibujo, en esta ocasión recurre además a la intervención de objetos encontrados e incluye todo en una especie de instalación.
En ‘Topografía anecdótica’, como tituló su exposición, López persiste en construir con dibujos tridimensionales los objetos que llaman su atención y que, en este caso, son las claves de su viaje. La mesa es el paisaje en miniatura -no en escala- de esa parte de Colombia y de su periplo.
"Puse todo sobre la mesa, marcando a veces las alturas y la topografía, tratando de reconstruir una superficie con detalles de la geografía como montañas, plantas y también instrumentos de dibujo, como una regla y un mapa, en una libreta de teléfonos de bolsillo", explica. Cajas de colores, como contenedores, señalan el puerto de Buenaventura; una hoja cortada con decenas de punticas evoca las praderas, un papel arrugado muestra las montañas y los ríos que bordean las carreteras que recorrió.
‘Hay que renovarse’
Acostumbrado a trabajar en su estudio hasta volverse parte de él (en una exposición pasada, López se incluyó mientras reproducía su propio taller), no se sabe si el viaje le quitó ese carácter obsesivo que lo obligaba a crear con detalle y sencillez al mismo tiempo. Antes de partir dibujó todas las partes de la moto en 61 páginas de una libreta: "Lo hice para poder saber cómo era, por si me varaba en el camino", dice.
Para qué un manual. En todo caso, el viaje le dio otra perspectiva: "Hay que renovarse. Empiezo a acercarme a la escultura por medio del dibujo", dice. Tal vez por eso dibujó un globo terráqueo en un bombillo fundido y hasta un borracho durmiendo la ‘rasca’ en una hoja de papel.
DIEGO GUERRERO
REDACTOR DE EL TIEMPO
Periódico El Tiempo, Bogotá, Noviembre 1 de 2007