Tal vez, desde 1997, cuando se desarrolló el Festival Internacional de Arte, los paisas no acudían tan copiosamente a sus museos, como sucedió ese día.
Centenares de personas, la mayoría jóvenes de hasta 25 años, llenaron el Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm), la sala de exposiciones de Suramericana de Seguros, el Museo de la Universidad de Antioquia y el Museo de Antioquia.
Ese día, una fila estrecha de gente recorría a paso de tortuga las paredes de sus plantas alta y baja, en medio de un calor agobiante, para ver las obras. Afuera, había más gente que adentro.
Jóvenes con cámaras de video y fotográficas registraban el acontecimiento.
"Me asusté por el gentío y el calor. Me parece espectacular lo que he visto y también que tantas personas hayan venido", dijo Juliana Mesa, estudiante de Arquitectura.
Llamó la atención la juventud de los que acudían por su cuenta, aunque también hubo grupos de colegios.
En Suramericana, tal vez la sala más importante y amplia de la ciudad, luego del Museo de Antioquia, hubo filas para entrar. Lo mismo pasó en el Museo de la Universidad de Antioquia. Allí la seguridad que exigía a los visitantes dejar sus bolsos en el guardarropa, no dio abasto y tuvo que dejarlos pasar para no ocasionar un caos a la entrada.
"Había mucha expectativa, por eso esta locura, esta cantidad de gente", opinó Mario Agusto Arroyave, profesor de la facultad de Artes, refiriéndose a la asistencia.
Motos, tatuajes y fiesta
En lo que se refiere a las exposiciones, el arte contemporáneo sigue con lo que para muchos, no familiarizados con él, pueden parecer ‘rarezas’. Aunque ha sido recibido con entusiasmo. La mayoría de obras que se ven son de artistas colombianos, y se espera que en el transcurso de los días sigan llegando extranjeros a mostrar sus propuestas.
Algunos de ellos están trabajando ya en la ciudad. El japonés radicado en Alemania Tatzu Nishi, que construirá una habitación alrededor de una cruz de una iglesia; Dennis McNulty, de Irlanda, que presenta su performance con imagen y sonido en casas de la ciudad, a cambio de un plato de comida y de que le dejen invitar a una persona.
Otro que impactó fue el colectivo de canadienses y japoneses Instant Coffee Collective. Armaron una suerte de discoteca, con arte callejero en la paredes (stickers y afiches) colchones forrados en croché muy colorido en el piso, lámparas de espejos y luces.
El recinto se llenó con gente de todas la edades, incluso niños de colegios, en un escándalo impresionante.
Por su parte, el bogotano Mateo López presenta en el Mamm su proyecto para el certamen: su moto Vespa en la que viajó desde Bogotá, haciendo dibujos por la carretera.
En la apertura del certamen, los principales escenarios de artes plásticas de la ciudad fueron invadidos. Jóvenes con cámaras hicieron filas para entrar a los museos, que lucieron atestados.
DIEGO GUERRERO
REDACTOR DE EL TIEMPO
MEDELLÍN
Periódico El Tiempo, Bogotá, 16 de abril de 2007