- Planea hacer un globo con dos millones de bolsas de basura.
- Es uno de los cuatro constructores de globos solares del mundo.
- Un Artista argentino es invitado al Encuentro de Arte Contemporáneo.
Por John Saldarriaga
Medellín
"Sarracenos era el nombre que daban los cristianos de la Edad Media a los musulmanes de Europa y África -fue lo primero que explicó el artista invitado al Encuentro de Arte Contemporáneo, cuando intencionalmente le cambié su apellido para escuchar su reacción-. Por eso no soy sarraceno, sino Saraceno: Tomás Saraceno".
El artista, definido en todas partes como un soñador, pero que más bien debería conocerse como una especie de Julio Verne de la plástica, del arte efímero, inasible, es un tipo de 33 años, con cabello y barba rojizos, ojos verdes y piel blanca. Amable y risueño. Es argentino, de padres italianos, criado de aquí para allá entre el país suramericano y otros de Europa, especialmente Alemania.
Hace dos días pasó la tarde en el Museo de Antioquia, diseñando lo que será su nueva fantasía: un globo solar, formado con dos millones de bolsas de basura.
De una de las salas de trabajo salió portando una tabla de madera y, sobre ella, una de las caras de una bolsa amarilla, propia de un almacén de cadena, y una regla metálica con la que debió guiar el bisturí con el que recortó esa pieza. Como un niño, estaba contento de que en ella dijera que puede usarse para reciclar cartón, plástico, vidrio, porque su pensamiento alude a la preservación del planeta…
Se devolvió a guardar estos utensilios para salir a caminar por los alrededores del Museo y -medio alemán que es al fin y al cabo y, para colmo, en este tiempo de Sol y calor- para tomar una cerveza.
En el mundo entero muchos saben que él anda obsesionado con su tema de las ciudades flotantes, ciudades aeropuerto, de las cuales está consciente de que no son un tema del presente sino del futuro, pero que no habrá tales si desde ahora no comienzan los ensayos.
Nube en La Montañita
En el bar La Montañita, con la cerveza recién servida en la mesa, salió de prisa un instante a buscar fuego en alguna venta ambulante del Pasaje Calibío para su segundo cigarrillo.
Dos canciones de despecho se oyeron una detrás de otra a bajo volumen en el equipo de sonido del bar que amplificaba una emisora. Hombres conversaban y tomaban café en la barra. Otros bebían cerveza en mesas cercanas. Vendedores de cigarrillos y golosinas ingresaban sin tregua.
"Lo mío, lo de los globos, es producto de una necesidad de elevarme sobre el planeta, de desprenderme". Y mientras dio un sorbo a la cerveza y una fumada apretada al cigarrillo como que lo pensaba más, por lo cual acto seguido dijo: "pero es un pensamiento doble: por una parte, como decir que no es en la Tierra lo que se desea, pero a la vez que sí lo es.
Porque sólo observándola a cierta distancia se conoce más".
Y explicó esta idea con las Líneas de la Pampa de Nasca, dibujadas hace 2.000 años, cuyas figuras no se perciben a ras de piso, sino a cierta altura, de modo, entonces, que la distancia es cercanía.
Las ciudades deberían ser como las nubes, flexibles. Cuando se arriman a la montaña, se comprimen; cuando se sueltan de ésta y van flotando, se alargan… "Pero no sólo se trata de flotar, de estar en el aire. Llega un momento en que las nubes aterrizan en forma de lluvia y granizo".
Pasión
Un tango suena -Cambalache- y le hace recordar que en Medellín se adora a Gardel y al tango tradicional, quizás más que en Buenos Aires. Se extraña de que no guste tanto el tango de Piazzola y otros creadores de tendencias más contemporáneas. Aplastó la colilla en el cenicero de cristal, y seguramente fue el último humo el que no permitió que se distrajera de su tema: las ciudades que vuelan.
"En Medellín vamos a hacer el gran globo. Un globo con bolsas de varios países. De Colombia, claro; pero también de Alemania, Argentina. Un globo que represente integración".
Y esa integración también quiere que se refleje en la elaboración. Ha recorrido barrios de Medellín -Santo Domingo, Moravia y otros-, y ya entusiasmó a decenas de personas fanáticas de los globos de papel de seda que se levantan con fuego, para participar en la elaboración. A Alejandro Uribe, el de Envigado, quien cada diciembre hace el Festival del Globo Solar, pues con Saraceno son dos de los cuatro fabricantes de globos solares en el mundo. Y quiere seducir con la idea a cuantas personas quieran participar.
"Es una pasión igual la que embarga a los fabricantes de globos, sean éstos como sean. Un señor de Santo Domingo Savio me decía emocionado esta semana que cuando hace globos de papel hasta sus nietecitos participan. Los elaboran de noche, luego de la jornada de trabajo que seguramente es extenuante, y esa actividad se les convierte en una fiesta, ¿ah?".
Otro expositor de lo efímero, de lo inasible, un lotero, pasa repitiendo números por el Pasaje. Nadie parece escucharlo.
Saraceno no cree que su arte deba considerarse efímero: aunque los objetos pasen, las ideas perduran. Bebe el último sorbo, inhala profundamente el humo y dice: "no sólo lo material trasciende".
Lo veo salir, recorrer el Pasaje Calibío, esfumarse fumando entre la gente y regresar al Museo.
Ayuda al lector
Su casa también ha sido flotante
Tomás Saraceno lleva una semana en Medellín. Invitado al Encuentro de Arte Contemporáneo MDE 07, propone un globo de elaboración colectiva.
Por eso convocó a una reunión a los globeros de la ciudad, que tiene prevista para hoy a las 6:30, en el Museo de Antioquia, para hablar de ese tema que los apasiona: la elaboración, dentro de un mes más o menos, del globo de 2.000 bolsas de basura liadas con cinta de embalar y que ascenderá al cielo con energía solar.
Que lleven fotos de los globos que hacen, es preferible.
Saraceno nació en San Luis, en la provincia de Tucumán, en 1973. Su familia debió salir en exilio a Europa durante gran parte de la dictadura de su país. Regresó en 1986. Estudió arquitectura, pero se siente mejor como artista que como arquitecto. Entre sus obras están Solarmachine y Ciudades Aeropuerto.
Periódico El Colombiano, Medellín, 2 de marzo de 2007