“¿Cuál debe ser el museo ahora?”

 

Una conversación con La Jíkara (Kike Betancour, Juan Cano y Freddy Serna)

 

Miguel. ¿Cómo perciben el Encuentro y su trabajo con la Jíkara en relación con la categoría de los Espacios Anfitriones? ¿Y cómo son sus vínculos con los otros espacios?

 

Kike. Más que vínculos son similitudes, sobre todo con Taller 7. El Encuentro planteó un tema -hospitalidad- y de ahí se desarrolla toda la actividad y nosotros creo que encajamos con el concepto porque siempre tratamos de incluir a la gente y a la comunidad.

 

Juan. Pienso que el proyecto es bueno e interesante, y nos alegra que hayan decidido incluir a una galería en un barrio popular como esta, que no solo nace como propuesta para la comunidad sino que tiene un antecedente en Freddy Serna como artista. Así también hay un reconocimiento del trabajo de Kike en la parte del diseño, y una visión comunitaria que es lo que yo vengo haciendo. La Jíkara es una combinación de esas tres cosas. Freddy y Kike Betancour son un puente con el museo y además ya había un trabajo que se había hecho acá, que era mostrar artistas de la zona. Entonces se hace que el resto de la ciudad venga al norte, conozca el lugar y la propuesta, permitiendo que el barrio popular llegue a la ciudad.

 

Freddy. Yo diferencio a los cuatro espacios anfitriones porque los conozco. Taller 7, un grupo de jóvenes artistas de Bellas Artes que tal vez fueron los primeros artistas que generaron un espacio independiente de trabajo y de propuesta. Independiente es una palabra muy importante pero son estudiantes, gente que está surgiendo, que frente a la exclusión que el medio de las artes plásticas tiene, pone una piedra. Casa Tres Patios es un espacio mas académico, generó otra dinámica vinculada con la institucionalidad pero es un espacio independiente. Bellas Artes es un modelo extraño dentro del espacio anfitrión pero es importante porque falta la inclusión de un concepto como este, además de ser la escuela más tradicional en Medellín. Y nuestro trabajo también independiente, pero de barrio, de gestión comunitaria.

 

A los cuatro espacios anfitriones se les propone recibir dos colectivos o artistas: cuatro nacionales, cuatro extranjeros. Frente a lo que he conocido de esos grupos son muy similares, desde la independencia, la juventud, el proponer cosas nuevas y sobretodo un trabajo muy participativo, muy incluyente. Porque precisamente muchos de estos espacios se formaron o se forjaron desde la exclusión misma. Colectivos que han logrado o lograron establecerse por fuera de la centralidad del Encuentro generaron que este se abriera un poquito más a la ciudad. El caso nuestro ha tenido la particularidad de ser el más distante frente a la centralidad geográfica del Museo. En nuestras zonas, en las laderas de Medellín, hay pocas propuestas a nivel de colectivo con motivo de trabajo plástico, las hay muchas de trabajo cultural, comunitario, de danza, poesía, literatura. Y creo sin falsa modestia que el espacio nuestro les ha permitido a los artistas plásticos involucrarse más con la comunidad cultural, porque para Tres Patios o para Taller 7 de pronto ha sido más fácil participar de cierta oficialidad contemporánea local y nacional porque cuentan con un reconocimiento de artistas también jóvenes de alguna manera insertos dentro en el medio. El Encuentro así ha generado una credibilidad que intentábamos lograr.

 

Eliana. Hicieran un vínculo desde las artes plásticas con su comunidad. La exposición que actualmente tienen en su espacio la hicieron trabajando con Oficina #1 de Venezuela y con pintores del barrio. Una “curaduría barrial” según Freddy. ¿Nos pueden contar sobre esa experiencia?

 

K. Estábamos pensando una exposición así desde el principio, pera nunca la llevamos a cabo. Llegó la Oficina #1 y nos mostró la forma de hacerlo. Nos dijeron “hay que saber quienes son los artistas del barrio y hay que visitarlos, mirar la obra, dirigirla con la misma rigurosidad con que se hace en un museo o en una galería, una curaduría profesional pero aplicada al entorno”, que es finalmente a lo que nosotros nos enfocamos. Eso fue una tonelada de enseñanza o más…

 

F. Hay muchos estudiosos que discuten el que los artistas estén trabajando con la comunidad, que si pretenden salvar el mundo, a los jóvenes, los delincuentes. ¿Qué están pensando, que el arte debe seguir siendo exclusivo? Creo que una enseñanza en general de los colectivos es que ellos mismos, siendo independientes la mayoría, nunca habían participado de presupuestos oficiales, siempre lo habían hecho con recursos propios y la sorpresa desde esa exclusión fue muy bella porque como siempre habían sido excluidas o autoexcluidos lo que han hecho con ese presupuesto es incluir a los que no incluyeron. El caso de Oficina #1 fue como decir: “nos invitan a un encuentro, nos dan un presupuesto, invitemos 10 pintores, 10 señoras que hacen tortas, 20 niñas que tomen fotos”.

 

Entonces los niños eran artistas, las abuelas lo eran. El encuentro no vio todas esas posibilidades pero creo que Oscar Muñoz la tenía clara, él escogió muchos de los colectivos. Es un gran curador. Creo que los escogió a ustedes y a nosotros porque de alguna manera estamos haciendo algo que él veía importante y ese incluir desde la exclusión me parece fabuloso. Creo que de eso se trató eso de los espacios anfitriones, de encontrarnos, de compartir y de aprender el uno del otro.

 

E. ¿Cómo fue la relación entre ustedes y un grupo tan diferente a sus prácticas habituales como El Bodegón de Bogotá?

 

K. Cuando Oscar vino la primera vez y nos contó que este era un Encuentro de hospitalidad pero que también podría haber hostilidad pues para nosotros era obvio pero nunca pensamos que fuera a ser…. Fue hostil sin desmerecer el trabajo de ellos, ya que aprendimos mucho, tal vez a cómo no hacer las cosas. Pero también reconozco que su forma tiene un valor. Chocaron con nosotros y finalmente esos choques también enseñan. Creo que ese es uno de los objetivos del Encuentro, aprender el uno del otro y yo espero que ellos hayan aprendido de nosotros.

 

M. ¿A qué fricciones te refieres?

 

K. En las formas de trabajo, porque nosotros somos muy abiertos, incluimos mucho, mientras que ellos más bien excluyeron, nos dejaron a nosotros también a un lado y eso choca con nuestra forma. No quiere decir que esa no sea correcta o la nuestra no sea correcta, simplemente son maneras.

 

J. Era un poco cuadriculado el asunto porque era como cumplir con un plan muy riguroso, dirigido desde Bogotá, venían a ejecutar. De pronto la manera nuestra era una más tranquila y flexible que no se dio aunque logramos ciertas simpatías, pero no se dio por la rigurosidad que ellos traían.

 

K. Creo que ahí hay una cosa que nos decía Oscar Muñoz, y es que hay que estar preparados para lo que va llegando, que eso nos cambia la curvita. Y creo que así trabajamos nosotros pero ahí fue donde hubo el choque con ellos, ellos no reconocían la curvita ni nada. Si no que vinieron a trabajar en lo que era, y era lo que era.

 

F. la propuesta de El Bodegón era muy clara. Se llamaba Hostipitalidades’. No vinieron a ser hostiles ni a ser hospitalarios, no vinieron aquí a que nosotros seamos hospitalarios con ellos porque sabían que era falso y tampoco vinieron a ser hostiles con nosotros porque tampoco lo son. No eran ni lo uno ni lo otro. El Bodegón vino aquí a mostrar lo que han hecho. No vinieron a intercambiar, vinieron a exhibir. No vinieron a trabajar, vinieron a estudiar. Muy académicos, demasiado para mi gusto personal. Ellos aprenden de otras maneras, se comunican de otras maneras. No vinieron a compartir, ni siquiera venían a enseñar, tampoco querían aprender. Ellos como colectivo ni siquiera lo eran, no se comunican, trabajan cada uno por su lado y se encuentran una noche, hacen una fiesta y esa fiesta es la discusión. Y las discusiones son en términos teóricos, intelectuales, académicos pero para nosotros la discusión se hace aquí en vivo frente a frente, mirándonos, conversando, siendo hostiles o amigables. Para ellos las relaciones personales se establecen vía Internet, por Messenger o por mensajes de texto. Jamás compartieron una noche con nosotros, jamás vinieron a tomarse una cerveza al bar, estaban muertos del pavor. Tampoco eran amorosos; no nos daban un abrazo pero tampoco nos decían gonorrea’. Fue el primer encuentro que tuvimos con artistas invitados y era muy extraño porque era el colectivo nacional y nosotros pensábamos que con nuestros coterráneos nos entenderíamos más y fueron los más distantes, parecían de otro país.

 

Lo que yo rescato es el carácter independiente que tienen ellos, pero como colectivo no les veo un futuro, les veo futuro de manera individual. No digo que fue difícil porque difíciles han sido todos, unos por muy amorosos y otros por muy distantes, pero de eso se trataba eso, de entendernos, dialogar, de cómo conversas con el otro y esa ha sido la tarea con todo esto y con el arte.

 

E. ¿Nos puedes explicar cuál era el trabajo de Rodrigo Bueno?

 

F. La curadora de Brasil, Ana Paula Cohen, vino un día y le pareció que este espacio era perfecto para invitar a Rodrigo Bueno, un artista independiente que nos propuso un trabajo muy ambicioso. Fue como si nos leyera, pero nos leyó en el futuro, no en el presente.

 

M. ¿En qué sentido los leyó?

 

F. Vio que teníamos muchas posibilidades y que estábamos organizados y generó un solar para hacer teatro, encuentros, música, trabajar con las raíces indígenas. Rodrigo Bueno, que es una persona grandísima. Nos brindó muchas enseñanzas. Apenas ayer pudimos organizar nuevamente el jardín y formar un grupo: quién riega las matas, quién cuida el jardín. Nos dejó una obra empezada que nunca termina, eso ya es bastante contemporáneo, si lo pensamos dentro de ciertos conceptos del arte. Nos dejó un compromiso enorme. Con él, a diferencia de El Bodegón, fue amor, amor, amor y al final hostilidad frente a nuestra dificultad para poder responder a todo ese amor que él nos daba. Creo que él al final se fue un poquito triste, pero nosotros nos quedamos amándolo y en deuda con él por el resto de la eternidad. Y pues esa deuda es terminar el jardín: El Jardín del Encuentro.

 

J. La parte bonita y que es totalmente significativa de la propuesta de Rodrigo es involucramos con una cantidad de propuestas de trabajo ambiental de América Latina. Nosotros traíamos un ritmo comunitario de trabajo que íbamos proyectando poco a poco con nuestros recursos, entonces entra él con un buen presupuesto, monta todo esto en dos semanas cuando nosotros lo imaginábamos en cinco años, todos quedamos sorprendidos. Lo que le planteábamos era que ya había un avance muy grande en lo que él había propuesto y hecho pero que tenía que tener presente nuestros ritmos, que primero hay que asimilarlo. Por eso con Rodrigo hubo una experiencia particularmente íntima por todo lo que nos desbarato en la medida de los planes que uno tenía para su trabajo y es lógico con la propuesta que tenía Medellín 07, que es tener a los artistas en acción trabajando, cuando nosotros también trabajábamos aparte de lo artístico en otros asuntos personales y profesionales para podernos mantener. Entonces había que buscar aliados y en la búsqueda de los aliados, él se siente solo, pero no está solo.

 

F. Las personas que están con nosotros y nos apoyan, su modus vivendi es la cotidianidad, es el trabajar. Hay obreros, albañiles, empleados de empresas, administradores. Que nuestro espacio funcione como un espacio cultural autogestionado, oficial y legal es una utopía en este momento y frente a la independencia que plantean los espacios anfitriones para que se pretenda que nosotros nos oficialicemos como la gran organización, el gran centro, el gran espacio anfitrión, tendríamos que pagar impuestos, tener nuestros sueldos, estar la mitad del tiempo sentados con los concejales, revisando presupuestos, haciendo cronogramas.

 

E. ¿Cómo les ha parecido la organización alrededor del Encuentro? ¿Cómo se han manejado ese tipo de cosas y el límite medio borroso entre lo oficial y lo independiente?

 

J. Para mí una de las cosas significativas del encuentro es que más que llevar las maletas llenas de arte a los barrios populares, a los municipios y a los corregimientos, se ha intentado descubrir qué tienen los corregimientos, los barrios populares, los municipios, para resaltarlo. Pienso que lo han descubierto en el mismo Encuentro y eso ha facilitado que haya una reflexión de lo que es el arte abierto y de que realmente el museo lo sea.

 

F. El Museo de Antioquia se fundó como un museo patrimonial, como un museo histórico, que guarda nuestras tradiciones. Nuestro gran artista y comerciante, Fernando Botero, nos dio un gran presupuesto para el Museo de Antioquia. Pero el museo no debe guardar, debe promover, animar, propiciar que los artistas hagan obra porque ya las obras de arte no son piezas de arqueología. De hecho la palabra museo casi hay que borrarla, ya no hay museo ¿Cuál debe ser el museo ahora?

 

J. El Encuentro ha generado preguntas como esas, por lo artístico, lo cultural, lo popular. Pero ¿qué es lo que sigue? Creo que hay que ser consecuentes. Lo que quedan son preguntas a granel por todas partes.

 

E. ¿Y cómo viven ustedes los conceptos de hospitalidad y hostilidad, como Fredy, Juan, Kike, como La Jíkara y parte del barrio de Castilla? ¿De qué modo el contexto alimenta sus ideas alrededor de eso?

 

F: Hemos tenido épocas hostiles, en las que no podías pasar a mi cuadra, pero ahora estamos en un momento de hospitalidad, en el que es bienvenido todo el mundo. Es una cosa también de tradición, en nuestros campos, nuestros abuelos, nuestros padres, donde puedes ir caminando y todo el mundo te saluda. Si llegas a cualquier finca tienes almuerzo así seas un desconocido, y en nuestra casa también donde come uno comen dos. Pero también “si no me gustas te saco, pero te saco a machete”.

 

J. Lo que pasa es que históricamente entre los antioqueños ha habido una consigna como cultura que es, “mijo consiga plata como sea, pero consiga”, por esa tradición que se tiene de ser los más aviones, los más ágiles para conseguir dinero. Pero esa cultura en los 80 se nos volvió en crisis. A pesar de eso siempre ha habido hospitalidad y yo siempre he trabajado desde ahí, como gestor comunitario, y como todas las propuestas que trabajamos acá, siempre hay una opción contraria frente a lo violento. Que no es sólo de nuestras generaciones de jóvenes si no que ha sido una cuestión mucho más a fondo, política y social, que se tiene aquí a nivel gubernamental. Entonces creo que siempre ha existido lo contrario, cuando hay una propuesta muy violenta en la ciudad, también hay una opción, una propuesta muy cultural, social, de paz. También había lo otro, desde los barrios populares, las habilidades y fortalezas que tenían los habitantes de esos sectores, entonces a la par había eso, porque tienen que estar los contrarios. Si todo hubiera sido lo violento pues ya no estaríamos, somos los sobrevivientes de una época, y de una generación, de alguna manera. Estar vivos es tener una responsabilidad muy grande con los que se fueron y con los que vienen. Nosotros perdimos una generación de jóvenes entre los 80 y los 90, entonces se cambia el concepto de familia, y empieza a aparecer un problema social, el madresolterismo, que después se convierte en una postura social de mujeres cabeza de familia.

 

F: Pero la pregunta es ¿qué piensan ustedes [Miguel y Eliana] de lo que les contamos? ¿Cómo ven los Espacios Anfitriones, el Encuentro y cómo han percibido la ciudad?

 

Eliana: Yo veo esto como una posibilidad increíble que me permite alejarme tanto de mi país para al mismo tiempo pensar acerca de cómo es mi ciudad, viendo una ciudad tan distinta como esta. Y que al final hay tantas coincidencias en como los procesos migratorios arman la ciudad, como las respuestas a estos procesos migratorios y la capacidad de la gente para incluir, combinar, intercambiar información y cultura es la que va creando la ciudad en el presente. A mí me parece pajísima hablar con ustedes, ver lo que se hace acá y que hayan tantas iniciativas independientes en un lugar que además no es la capital. Me dan muchas más ganas de llegar y de hacer más cosas.

 

F: Yo me he sorprendido con el Encuentro precisamente, en ver que hay una gran cantidad de iniciativas, porque lo que el Encuentro ha propiciado también es que vengan grupos y colectivos de otras ciudades, de Pasto, Tunja, de Boyacá.

 

Miguel: ¿Por iniciativa propia?

 

F: No, el Encuentro mismo lo propuso, y los espacios independientes también han propiciado eso. Esta semana tuve la visita de 10 artistas de las 10 regiones de Antioquia y cada uno está haciendo trabajos en su pueblo. La responsabilidad de nosotros, que estamos un poquito dentro de la oficialidad, dentro de la conexión con el mundo del arte contemporáneo es reconocerlos y promoverlos, y creo que muchos artistas en Colombia están haciendo eso.

 

Miguel: Creo que una de las ventajas que hay en este tipo de espacios anfitriones es la posibilidad de poner en perspectiva tu propio trabajo en relación a otros contextos. Un cuestionamiento a tu propia puesta en acción, ver de qué manera estás realizando tu trabajo y qué alcances reales tiene. Así como ustedes han contado el enriquecimiento que han tenido a partir de experiencias particulares, creo que para nosotros también es muy importante reconocer el tipo de trabajo que se da de manera particular y a qué necesidades responde, porque las necesidades a las cuales responde La Jíkara son muy diferentes a las cuales responde El Bodegón en Bogotá por ejemplo. Y ese tipo de cosas son interesantes porque te obligan a tomar una posición frente a tu sociedad. Pero no solamente eso sino frente al mundo del arte, cómo se va manejando, qué tipos de circuitos se tejen, qué tipos de relaciones se dan, qué tipo de exclusión o inclusión, e incluso qué tipo de recorrido tú quieres tener dentro de ese mundo. Este tipo de cuestionamientos me parecen un poco el objetivo de hacer este tipo de intercambios, amigables por un lado, pero también fricciones que se van a ir dando a partir del intercambio de ideas y de planteamientos.
Todos han señalado lo importante de que aquí en Medellín existan tantos espacios independientes y ahora visibles, que estén trabajando al margen de la institucionalidad…

 

F. De hecho hay muchos tipos de espacios. Se habla de cuatro pero hay otra cantidad de espacios que incluso no les interesa la visibilidad. Hay espacios tan cerrados que no los conocen si no en su barrio, son modelos completamente distintos y no están en el Encuentro porque no les interesa la oficialidad local ni la internacional. Aquí existen varios modelos de arte.

 

E. ¿Podrían hablarnos un poco de su trabajo individual?

 

J. Yo soy docente universitario, y gestor comunitario. Crecí en el barrio, mirando de cerca sus necesidades y sus propuestas. A partir de la construcción de mi vida hago una devolución al barrio y es desde la propuesta cultural y ahora artística que me he unido con Freddy y con Kike.

 

K. Yo me gradué de artista plástico, licenciado en estética, pero no ejerzo. Soy publicista, y desde el diseño siempre me he relacionado con el arte. Este par de señores me robaron, me vincularon a lo comunitario. Pero desde el diseño también aprendí que es posible devolverle a la comunidad.

 

F. Durante 13 años he trabajado como pintor y he logrado un reconocimiento dentro del gremio comercial, desde la oficialidad del arte. Siempre he vendido, pero tenía sentimiento de culpa porque siempre había pintado el barrio pero nunca había hecho nada por él. En el trabajo que hemos empezado no sólo en La Jíkara si no antes con Juan, hubo como una especie de evolución, y todo el reconocimiento que he tenido como pintor, he tratado de devolverlo o de compartirlo con las personas de mi sector.

 

M. ¿Cuánto tiempo se ven trabajando hacia delante?

 

F: Hasta que no aguantemos, un poquito más o un poquito menos. Tratamos de divorciarnos pero no podemos.

 

Juanacha la Revista, No. 0, Ediciones La Culpable, junio de 2007, páginas 39 a 45

 

 

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