A continuación apartes del catálogo de la exposición Les cadets à l´atelier realizada en la Alianza Colombo Francesa de Bogotá entre el 26 noviembre y el 15 de diciembre de 2006 con los estudiantes del taller de creatividad dirigido por el artista colombiano Antonio Caro.
Por Eduardo Serrano
Antonio Caro es uno de los artistas que más profundamente ha influido el desarrollo del arte de las últimas décadas en Colombia. Desde sus comienzos su obra ha implicado un corrosivo escepticismo y una posición crítica implacable, gracias a la cual se ha puesto en evidencia buen número de las falencias de la escena artística nacional. Su obra, además, abrió camino a muchas de las actitudes y argumentos que hoy son comunes entre los artistas colombianos, entre ellos, a la idea de que lo importante de la obra de arte son los pensamientos que genera y no el virtuosismo de su ejecución. Siguiendo esa línea de pensamiento, Caro fue también uno de los primeros artistas del país en cuestionar, no sólo el contumaz esteticismo que reinaba sin desafío hasta los años setenta en el arte nacional, sino en impugnar la necesidad de permanencia de la obra de arte, e inclusive la existencia del objeto artístico, el cual reemplazó por textos y hasta por plantas de maíz desde hace algo más de tres décadas.
Su producción fue también una de las pioneras en controvertir directamente en el medio colombiano el carácter comercial de la obra de arte, no sólo a través de la precariedad de los materiales empleados -lo que hacía efímeros algunos de sus trabajos- sino a través del énfasis que puso en el proceso de varias de sus obras, una de las cuales se deshizo, literalmente, ante la presencia y la perplejidad del público asistente al salón Nacional de 1970(Cabeza de Lleras). Más directo todavía a este respecto sería el happening que implicó su obsequio -en compañía de Jorge Posada- de dos mil dibujos a la entrada al Salón Panamericano de Artes Gráficas de Cali de 1971, haciendo manifiesto su total desacuerdo con la consideración del arte como mercancía.
Su trabajo ha combinado el comentario político y cultural, con la agudeza y el humor (Colombia-Coca-Cola, 1976; Todo está muy Caro, 1978) dejando atrás el trascendentalismo expresionista con que se abordó esta problemática en generaciones anteriores. También es el que más auténtica preocupación ha demostrado por la herencia aborigen en nuestra idiosincrasia, lo que no es extraño si se considera que el artista comparte con comunidades indígenas buena parte de su tiempo. Su arte se ha movido entre la incitación y la ironía, pero al mismo tiempo ha sido manifiestamente honesto, y así lo pone de relieve la estrecha relación que existe entre su obra, en ocasiones fugaz, y su vida un tanto nómada, entre sus maneras de trabajar y de existir.