Durante los años recientes, Djurberg ha establecido de manera firme su personalidad artística, única en la escena internacional. En sus fascinantes animaciones con plastilina y esculturas hechas a mano, que contrastan con la música y el sonido compuestos por su antiguo colaborador Hans Berg, explora los temores reprimidos y recovecos oscuros de la humanidad. Sus instalaciones nos sumergen en el centro de un remolino turbulento de motivaciones inconscientes y deseos ocultos, mientras que temas oscuros como la venganza, la brutalidad, la ansiedad y la sexualidad turbia se ven representados como un juego de niños, haciendo que recordemos el límite frágil que separa la inocencia de la depravación.
En El desfile de rituales y estereotipos (2011) se nos presenta una visión realmente monstruosa de la política, la religión y la dominación racial y sexual. La aparentemente inocente escena de Lucía y los “chicos estrella” se transforma en monstruos sanguinarios del Ku Klux Klan, mientras que algunos sacerdotes y jueces contemplan un desfile de sensuales prostitutas en medio de apretones, estrujamientos, succiones y violaciones.