Venteros que juegan a la rueda rueda

 

  • Ana Claudia Múnera, la artista, le chupa rueda al cochecito hace años.
  • La marcha era un performance del Encuentro de Arte Contemporáneo.
  • Cien venteros ambulantes marcharon ayer con sus coches de bebé.

Por John Saldarriaga
Medellín

Sí, claro, la plata. Esos 20 mil pesitos que prometieron de bonificación por participar en A la rueda rueda cuadraron el día y, sobre todo, compensaron la mañana.

 

Pero lo que más le alegraba a Luis Otálvaro Vélez -Otálvaro es en él su segundo nombre; no un apellido- de participar en esto es que tuvieron en cuenta a los venteros en una actividad pública.

 

Desde las ocho de la mañana de ayer estaba listo en la fila de venteros con cochecitos de bebé, en el Parque San Antonio, formando la ronda que rodeaba una escultura de Botero.

 

Parecía una ronda hecha por niños viejos, la cual esperaba sólo la cuenta de tres o la orden de un pífano para girar dando saltitos. Pero no fue así. Era una ronda de movimientos lentos, como correspondía.

 

Otálvaro vino por participar. Pues, la verdad, él suele comenzar a trabajar a las diez y media, en el Parque de Bolívar.

 

Vende colada de fécula de maíz, tinto, perico, confites y cigarrillos. En éstos tiene Pielroja de cajetilla negra, Marshal y Humer. De vez en cuando se fuma un Humer, largo, delgado y del color del habano, compartido, las más de las veces, con algún colega.

 

"La gente nos ve pasar a todos en fila, organizados, con nuestros cochecitos de bebé, y se detiene a pensar en nosotros un poco, en que somos útiles. Por eso es que esta comparsa es parte del Festival de Arte: porque muestra nuestra forma de vida". Explicó. Y también cantó entusiasmado: "A la rueda rueda, de pan y canela… dame un besito…". Y brincó como un niño de 50 años, porque uno tiene que ponerle ánimo a todo lo que hace en la vida ¡"O si no, acuéstate a dormir!", como decía la ronda.

 

Y así es él todo el tiempo. En el Parque de Bolívar lo conocen. Acostumbra hablar con la una y con el otro "siempre con este mismo genio".

 

El coche no es suyo. Lo tiene desde hace un año y medio, cuando le dieron licencia para tenerlo, pero no ha visto la necesidad de comprar uno. Al fin, el tipo que le provee el tinto, la colada y el perico, le presta a él y a otros el coche, con tal de que vendan su producto.

 

El fundador
  El centenar de venteros, Otálvaro juicioso en la fila, dio una, dos, tres vueltas en el suelo de cemento del parque San Antonio. Salieron por la Avenida Oriental hasta San Juan, parando el tráfico de la mañana. Avanzaron hasta la Plaza de la Luz y, por Carabobo, hasta la de las Esculturas. Desde el interior de autobuses, taxis y automóviles, los pasajeros los miraban primero resignados por quedar atascados en el intempestivo trancón, y después divertidos.

 

Hubo niños que señalaban con el dedo a los coches más llamativos. A los que tenían un adorno -una abigarrada veleta, por ejemplo-, o a aquellos que estaban surtidos de cosas distintas a cigarrillos, café y golosinas. Como el de Luz Dary Moreno, equipado con hornilla para asar la carne de los chuzos; o el de Pedro Claver Vergara, dotado de cajón de madera que es también exhibidor de calculadoras, radios, estuches para celulares y para controles remotos; o esos dos que iban allá atiborrados de mangos…

 

Llevaban el descompasado compás de un tambor de banda de guerra, cuya monotonía hubiera encendido los ánimos de los guerreros, en caso de haber estado de veras en un campo de batalla. Otálvaro se detuvo un par de veces a vender un café y un cigarrillo. "¡Véanlo! -lo señala risueña una mujer coronada de sombrero de caña de alas anchas, vendedora de tinto, cuyos termos llevaba en la mano. La Reina. Así le dicen a ella sus conocidos, desde hace tiempos- ¡Ése es el fundador del Parque de Bolívar!", dice refiriéndose a Otálvaro. Y él la vio marcharse en sentido opuesto al del desfile, sirviendo aquí y allá humeantes vasos de café a los alelados espectadores.

 

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Performance: un contacto con el otro

 

Carlos Uribe, artista, curador y director artístico del Encuentro Internacional de Arte Contemporáneo -MDE 07- cuenta que un performance es una acción que se realiza en un tiempo y lugar determinado, en el que un artista a través de una reflexión, interactúa con otros individuos, animales o cosas.

 

"Es una acción variable en la que un artista propone una reflexión de la realidad como fondo y que puede durar desde un minuto, hasta varios días", señaló el curador.

 

Algunos de los performances más significativos de la historia los realizaron los dadaístas quienes empezaron este tipo de prácticas.

 

En nuestro medio algunos artistas de performances son María Teresa Hincapié, Rosenberg Sandoval y Fernando Pertuz.

 

Periódico El Colombiano, Medellín, 8 de junio de 2007, páginas 1 y 12a

 

 

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