La fiesta del arte en Medellín

 

Las Bienales fueron ruptura, causaron revuelo, convocaron a cientos y fue cuna de muchos artistas.
Recorrido por esas bienales que abrieron la ciudad al mundo cuando se acerca otro encuentro sin precedentes

 

 

Por Juan Fernando Rojas
Un señor bajo de pinta campesina y con los ojos bien abiertos miraba detenidamente un cuadro del artista español Manuel Millares, una obra así como manchas rojizas y relieves regados caprichosamente. Se acercó Leonel Estrada, director de esa tercera Bienal de arte de Medellín montada en los sótanos del inacabado edificio Coltejer en 1972. También él se quedó mirando esa obra informalista. Pasaron unos segundos de contemplación y el campesino no se aguantó más y dijo: "¡Qué quema tan berraca!, ¿no le parece?"

 

Esa anécdota la recuerda ahora Leonel como una muestra de lo que esos encuentros de puertas abiertas a toda la ciudad podían causar a tantos a los que el arte no les llegaba ni por asomo: "La gente lo vio desde su mundo, desde su percepción, algo se le quedó y eso es lo que cuenta", dice ahora este artista y crítico sentado en su apartamento, que más bien parece una galería porque en sus paredes no cabe un cuadro más de obras de reconocidos artistas contemporáneos, nacionales y extranjeros.

 

 Y así como lo que vio ese campesino en esa pintura de Millares fue una quema, algo parecido se vivía en el mundo del arte internacional con las nuevas corrientes vanguardistas que ardían en Europa y Estados Unidos, de las que se sabía en Medellín por algunos que viajaban y una que otra revista. De resto, dice el crítico de arte Daría Ruíz: "Estábamos en la tiranía de los acuarelistas antioqueños, a muchos se les metió que no había más arte que ese de los paisajes, de los retratos. Decirle q los papás que se iba a ser artista era como contarle que se iba a fracasar y a terminar como borrachito de esquina y derrotado."

 

La conservadora y cerrada sociedad antioqueña se encarga de vedar espacios a muchos talentos jóvenes que se autoexilian en Europa o Estados Unidos para poder surgir como artistas. Resistencia en la que ejercía esa sociedad ante las nuevas formas del arte plástico, y hasta La Bachué del maestro José Horacio Betancur -que hoy está en el Pueblito Paisa- fue tachada de vulgar por curitas de la época, dizque porque exhibía los senos.

 

Pero algunos persistieron buscando otro espacio por fuera del Salón Nacional de Artistas, en el que Antioquia se contentaba con la representación de Carlos Corre, Ignacio Gómez Jaramillo y a veces, de Pedro Nel Gómez. Así se abrieron exposiciones colectivas, con el patrocinio de Coltejer, como la muestra Arte Nuevo para Medellín en 1967, en el edificio Furatena. Allí aparecen artistas como Samuel Vásquez, Marta Elena Vélez, Aníbal Vallejo, Leonel Estrada, Jaime Rendón y Ramiro Cadavid que rompieron con los cánones del arte antioqueño.

 

Ese nuevo arte fue la antesala para que por iniciativa de la dirección cultural de Coltejer y la visión de su presidente, Rodrigo Uribe Echavarría, se embarcara en la financiación de la Primera Bienal Iberoamericana de Pintura, abierta al público el 4 de mayo de 1968 en la ciudad universitario de la de Antioquia, en aquel entonces apenas en construcción.

 

Para ese momento el epicentro del arte en Colombia era Bogotá, donde la crítica Marta Traba impulsaba a los que llamó "jóvenes artistas" como Alejandro Obregón, Fernando Botero, Eduardo Ramírez Villamizar, entre otros. No pocos capitalinos se rieron con la idea de la Bienal de Medellín, pero cartas fueron y vinieron; Leonel Estrada viajó por Sudamérica, y el suyo junto con el trabajo de Darío Ruíz convenció a importantes artistas contemporáneos y críticos de que vinieran a una ciudad de la que no se había oído nunca en ese mundo del arte.

 

"Era la muestra visual más grande que tuviera Medellín, 160 obras de once países, de todas las tendencias del arte contemporáneo, desde lo óptico, hasta lo geométrico, lo abstracto, fue como entrar a una gran fiesta didáctica", recuerda Leonel Estrada, quein hizo un folleto explicativo que se repartía en la entrada, y dispuso como guías a jovencitas que acompañaban a los cientos de visitantes.

 

Y surgieron allí artistas como Luis Caballero, quien ganó el primer premio con un políptico que hoy se conserva en el Museo de Antioquia y que rompía con los esquemas de pintura de caballete.

 

"Mientras unos renegaban de que esa bienal era mediocre, sin reglas y nunca sería de arte, y hasta organizaron exposiciones paralelas en el Museo de Zea, el hecho de que fuera gratuita acercó a miles a la estética, al asombro, creó un público que no tenía acceso a museos y menos a galerías. Fueron casi dos meses en que la ciudad sólo hablaba de arte", recuerda Darío Ruíz.

 

Y si la primera causó conmoción, la segunda bienal, en 1970, hizo protestar a Pedro Nel Gómez, que no entendía "cómo se gastaba tanta plata en eso tan espantoso", recuerda el doctor en historia del arte, Carlos Arturo Fernández.

 

 Eso que llamaba espantoso el muralista se trataba de 324 obras de 131 artistas extranjeros que vinieron desde 25 países de América y Europa, además de las de otros 40 colombianos. Leonel Estrada calcularía en 170 mil personas las que visitaron esta bienal, de nuevo patrocinada por Coltejer, que aseguraba el transporte de las obras y el hospedaje de los artistas.

 

Pero ya no sólo era pintura, llegaron esculturas, obras conceptuales y hasta propuestas como la de Margot Farjul, una guatemalteca que acondicionó uno de los espacios del Museo Universitario de la de Antioquia, en donde intervenían los visitantes que se descalzaban y caminaban sobre la arena húmeda dentro de un cuarto oscuro.

 

La ruptura se hacía cada vez mayor. Medellín era un meridiano del arte, cuando apenas existía otra bienal en Sudamérica, la de Sao Paulo, y la más reconocida en el mundo era la de Venecia.

 

Dos años más tarde, la tercera bienal se tomó los sótanos y primeros pisos del edificio Coltejer, aún en construcción. Eran 600 obras dispuestas en un recorrido de cerca de tres kilómetros de caminos por entre paneles, por los que se encontraban cosas tan desconcertantes como la propuesta del artista conceptual argentino Carlos Ginzburg que se vistió como valla y se tituló El artista mendicante, y que también pintó en letras blancas la palabra piedra, en la Piedra de El Peñol. Todo concepto.

 

"Pero el éxito -comenta Darío Ruíz- no fue sólo que vinieran tantos artistas, fue la oportunidad para que vinieran los críticos más importantes del mundo como Giulio Carlo Argan, Gillo Dorfles o Jorge Romero Brest. Medellín fue centro de reflexión del arte mundial."

 

Sin embargo, después de tres exitosas bienales llegó una crisis económica y Coltejer tuvo que retirar su apoyo. A pesar de ello, las bienales desataron la creación de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, y el impulso de nuevos talentos locales con la muestra Once artistas antioqueños que llegó hasta el Museo de arte Moderno de Bogotá en 1975 y donde participaron, entre otos, Óscar Jaramillo, Dora Ramírez, Juan Camilo Uribe y Hugo Zapata.

 

Sólo hasta 1981 y de nuevo con el apoyo de la empresa privada y bajo la coordinación operativa de la Cámara de Comercio se realizó en el Palacio de Exposiciones la cuarta Bienal de Arte. Si las otras versiones eran ruptura, ésta sí que más.

 

"Fue muy distinta y marcó un nuevo camino en el arte latinoamericano contemporáneo. Incluso aquí se expusieron en 1981 lo que en 1982 se expondría en Venecia. Era encontrar desde arte decorativo, instalaciones, impresionismo, hasta obras que existían en el pensamiento del artista", cuenta Carlos Arturo Fernández quien abona ese logro a los contactos con artistas de todo el mundo que tenía Leonel Estrada.

 

Es en la década del ochenta cuando entra en vigencia el acuerdo municipal que ordena a los edificios instalar obras de arte como ornato de ciudad. Ya la gente sentía que el arte también salía de las galerías para habitar las calles, un hecho confirmado en 1997 con el Festival Internacional de Arte Ciudad de Medellín que no sólo se quedó en los pabellones del Palacio de Exposiciones.

 

"La apuesta fue la apropiación del espacio público con propuestas de arte efímero, las esculturas regaladas por artistas nacionales y extranjeros para muchos barrios. Era ampliar las coordenadas del arte y que el artista entrara en contacto con las comunidades de los barrios en donde se instalaría su obra, como el caso de Ronny Vaida en el barrio San Joaquín, donde regaló a la ciudad su Ágora", recuerda Lucrecia Piedrahita, directora ejecutiva del Festival.

 

Y así son casi 40 años de historia de bienales y del arte contemporáneo en Medellín. Esos hitos fueron detonantes de talentos, de obras, de una forma distinta de ver el arte por fuera de los caballetes y donde todavía se encuentran las fuellas de tantos artistas que han pasado pro acá y que se unieron a la fiesta del arte, una fiesta universal en la ciudad.

 

"El arte es vivir mejor"

 

 Apartes de una conversación menuda con el Doctor en historia del arte Carlos Arturo Fernández. Abrebocas

 

Las bienales significaron una ruptura total con la forma de entender el arte en la ciudad. El arte tradicional estuvo sometido a unas normas académicas, y arte era aquello que se acogiera a ellas. Pero esa idea empieza a desbaratarse en Europa desde el siglo XIX y en nuestro contexto mucho tiempo después.

 

· Las cuatro bienales hecha en Medellín (1968, 1970, 1972 y 1981) fueron la llegada de unas corrientes de vanguardia donde la idea predominante es la experimentación, la novedad, y en muchos casos, la idea del escándalo.

 

· Todo el siglo XX se caracterizó por esa búsqueda de la originalidad exacerbada, al punto de llegar a decir que un artista siempre tenía que hacer nuevas cosas y si guardaba en su siguiente exposición elementos de la pasada, era porque se estaba repitiendo.

 

· Durante el tiempo de la bienales los artistas parecían que tuvieran que inventarse el mundo todos los días para demostrar que eran creativos.

 

· Todo eso nos llegó con las bienales, que abrieron el horizonte de muchos cuando otros teóricos y críticos incluso hablaban del fin del arte. De eso vendríamos a ser concientes tiempo después, y nos daríamos cuenta de que el arte puede ser cualquier cosa, pero no cualquier cosa es arte. Al final lo que distingue lo que es y no es arte es la reflexión que lleva detrás, ese ejercicio teórico que la origina.

 

· Ahora asistimos a un tiempo donde hay total tolerancia en el arte. A eso que denominamos arte contemporáneo lo ronda siempre la pregunta por su esencia, y así llegamos a un arte de hoy que es mucho más análisis, investigación, filosofía, sin olvidar el elemento sensible que lo enriquece mucho y lo acerca al público.

 

· Con todo, encontramos que el arte en Medellín es mucho más democrático, y comienza a asumirse como un valor estético, cultural y hasta político; cuando antes no había ni noción del arte, que en buana parte nos llegó por las bienales y en los últimos años, por esfuerzos como el del Museo de Antioquia, por llevar el arte a los barrios.

 

· Hoy vemos muchos niveles de aproximación y todos muy válidos: desde la intuición, la sensibilidad, la experimentación, la curiosidad y también el análisis, la crítica. Igual en todas se disfruta del arte.

 

· Si se tratara de responder para qué sirve el arte, uno podría contestar que para nada. Desde su inutilidad podría decirse que es un exceso, ñno es esencial para ñla especie humana que tiene necesidad de satisfacer unas necesidades básicas para sobrevivir. Por eso, en últimas, el arte sirva para vivir mejor, contribuye a la calidad de vida de las personas: nos muestra la relación del hombre con su entorno, su época, es acercarse, como pasa en la ciencia, a un mundo por descubrir. Algunos viviremos del arte, pero para otros será alimento espiritual.

 

Toma de ciudad

 

Durante seis meses Medellín sabrá, verá, tocará, explorará, aprenderá, recorrerá, pensará eso que se llama arte contemporáneo, del hecho aquí y en otras partes. Más allá de los museos y las galerías, expresiones plásticas diversas se regalarán por toda la ciudad, se tomarán espacios públicos para que se acerque a toda la gente y sea otra manera de construir una ciudad abierta, otra forma de transformarla.

 

De enero a junio del otro años se realizará el Encuentro de Medellín 2007 / Ciudad + Arte Contemporáneo -MDE07-, una idea donde muchos se juntan, desde empresas, gobierno local y nacional, medios de comunicación; hasta universidades, artistas, colectivos creativos y embajadas.

 

Habrá exposiciones en el Museo de Antioquia, Suramericana, Eafit, el Colombo Americano, el MAMM, la Alianza Colombo Francesa, entre otros. También se tomarán espacios de ciudad como la plaza Botero, los parques biblioteca, la plaza de toros, el Jardín Botánico, Carabobo, estaciones del metro, barrios… en estos lugares, artistas volverán lienzo lo público con sus expresiones de arte relacional allí donde las comunidades podrán participar de su obra.

 

Pero no sólo será arte plástico contemporáneo lo que se vivirá, también habrá cine, música, visitas guiadas, recorridos urbanos y espacios académicos y de reflexión con personalidades del arte de hoy. Abril concentrará el mayor número de actividades de este encuentro que busca volver a posicionar a Medellín como ciudad de arte y una manera de descentralizar la escena plástica.

 

Periódico La Hoja de Medellín, edición 290, noviembre de 2006, páginas 8 y 9 

 

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