Hacés arte o sos profesor, yo mezclo ambas

 

Fredy Serna completa 18 años pintando historias de barrios, de casas arrumadas, de canchas de fútbol, de vidas complejas: sonrientes y difíciles

 

Descalzo, de sudadera, conversando con sus alumnos por fuera del aula, en un patio de una casa que funciona como galería y bar, La Jíkara, y con rock de fondo, se encuentra Fredy Serna en su salsa, un pintor de zonas urbanas, de esos lugares como su siempre querido barrio Castilla, espacios conocidos en Argentina como Villas, en Brasil como Favelas y en Colombia, Medellín como Comunas. Fredy, artista plástico, retrata bajo una mirada incluyente. En La Jíkara, una semilla que busca cosechar frutos culturales y artísticos, en medio de una comuna acostumbrada a muchas otras realidades, y no tanto a espacios como este, donde el encuentro y el compartir germinan, Fredy saca punta a lápices con un bisturí, recibe visitas, los invita a jugo de mora, ensalada y bocadillo, mientras coordina un trabajo para diseñar el zócalo de la Casa Amarilla de la Corporación Cultural Nuestra Gente, A Cielo Abierto, proyecto que hace parte de la agenda del Encuentro Internacional de Arte Contemporáneo.

 

Le gusta el trabajo académico, pero un poco más el extra académico, extra curricular, un trabajo artístico y cultural con los sectores periféricos de la ciudad, “esa es mi propuesta por fuera de lo estrictamente pictórico, comercial, trabajando más desde la promoción artística.”

 

¿Cómo define su trabajo?
Desde la pintura digo que lo que hago es “retratar” la mirada que tengo al frente: Medellín. Desde un principio siempre pintando la ciudad, algunos lo llaman paisaje urbano, y en esa medida cada vez me he ido más integrando con ese paisaje, pues no estoy pintando la ciudad desde el punto de vista del pintor como espectador, sino que la estoy pintando a ella realmente, por eso un poco del trabajo se enfoca en intervenciones públicas. Me gusta pintar la ciudad pero en una relación directa con ella, no simplemente contemplativa.

 

¿El Centro?
Lo conocí de la mano de mi mamá, pero a partir de los 16 años empecé a bajar solo. Creo que no es tanto que no es que podamos ir, sino que cada vez necesitamos y debemos, creo yo, necesitar menos de el Centro, la ciudad debe propiciar otros centros. No le veo ningún problema a no tener que ir a el Centro, de hecho yo voy a dictar mi clase y vuelvo. Viví tres años allí, y es detestable, es un no lugar, por más de que pretendan arreglarlo ahora, simplemente será un espacio para todo el mundo y a la vez para nadie, por eso las obras que se hacen son para eso, para que usted siga, para que no esté en él, para que vaya de paso. No solo en esta administración, siempre han querido obligarnos a que todo tiene que pasar por el Centro, hay que generar centros zonales, barriales, que no sea necesario recorrer muchas distancias para solucionar los problemas de trabajo, alimentación, entretenimiento. Medellín tiene ese problema, todos tenemos que pasar por el Centro para ir a cualquier lado.

 

¿El Centro un barrio?
No, a pesar de que existan muchas personas que habiten en él, no es un lugar para morar, las personas que viven allá no poseen alguna tradición de barrio, de pronto Boston y algunas manzanas en Prado, son el único vestigio de lo que fue barrio.

 

¿Política?
No me gusta, no hago, no me involucro con ella. Si el hecho de trabajar significa estar haciendo política, en el sentido de que significa construir, los artistas hacemos esto, no todos, pero sí hay artistas que trabajan más el aspecto de la construcción de ciudad, desde lo teórico y lo práctico. Si trabajar es ser político, entonces participo de esto. Si hay que tener en cuenta que tenemos unos derechos y hay que usarlos, sobre todo el derecho a proponer.

 

¿Cultura?
Un concepto bastante amplio, muchas personas confunden cultura con arte, y confunden lo cultural con la cultura, y son cosas distintas, la cultura es cualquier pueblo, los conglomerados humanos todos son culturas, ya no hay razas pero hay culturas, y parecemos todos distintos, pero la cultura en sí, es una sola.

 

¿Comunicación, información?
La comunicación es algo que los seres humanos tenemos, y ahora la información nos está robando esa facultad de volver a hablar, volver a comunicarnos, escribirnos, de dibujar, de generar cosas con nuestras propias manos, de sacarnos las ampollas. Todo se vuelve irreal, virtual, todo es un ordenador, ya nadie te da un papelito escrito. Esa gran red creo que es una cosa que tenemos que mirar con calma, usarla en la medida de lo necesario, pero tampoco abocarnos a ella como desbocados, siento que eso nos deshumaniza un poco, por eso estas actividades que hago con mis alumnos, son desde lo primitivo desde un lápiz. “Muchachos, hacemos el próximo taller por messenger”, grita a sus alumnos y ríe.

 

¿La Jíkara?
Es un bar que montó Héctor Darío Echavarría, era el dueño de esto, es el dueño, el compadre murió hace dos o tres meses, dos meses, tres… Él quería montar un café al que veníamos a tomar cerveza, de pronto empezó a hacer actividades culturales: música, cuentería, los artistas traían cuadros y él los ponía, a raíz de eso, tres amigos, Juan Cano, Kike Betancur y yo, decidimos unirnos al compadre y hacer una primera exposición que fue la mía, Después del Trabajo. Es un bar que cada vez necesitamos más utilizarlo de día, fuera de la tomada de cerveza, la conversada con amigos. Es un espacio que nos permite compartir nuestras experiencias culturales, artísticas, académicas, pedagógicas, amistosas y amorosas, un sitio de encuentro. Lo convertimos en galería hace un año.

 

Periódico Centrópolis, Medellín, junio de 2007

 

 

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