“No hay un pensador contemporáneo más preciso que el artista”

 

Carlos Uribe, artista, curador e investigador habla sobre el arte hoy en Medellín

 

" Desde que empecé a crear no he dejado de ser político", asegura Uribe. Y esto lo ha reflejado en su más reciente producción artística. Con el proyecto Murmullo, que trató sobre la guerra urbana en la comuna 13, participó en el premio Luis Caballero en 2003. Y con una intervención gráfica de arte callejero, titulada Zócalo, producto de una residencia artística en México, expuso el problema de la memoria y el legado patrimonial indígena en ciudades como Lima, Caracas, Bogotá, Bucaramanga y Medellín.

 

Ahora tiene en pausa su producción porque hace dos años se dedica a la gestión cultural y a la curaduría en artes. "Que es otra manera de creación; es la forma de darle sentido a la producción de otros artistas y otra lectura a la realidad", afirma. Ahora realiza un doctorado en historia y está trabajando en el Encuentro Internacional Medellín 07, Prácticas Artísticas Contemporáneas.

 

¿Qué papel juega el artista en la sociedad de hoy?

 

Como curador e investigador del arte, pienso que no hay un pensador contemporáneo más preciso que el artista para poder recoger toda la información que la sociedad actual está produciendo, tanto a nivel de discurso verbal como visual. Porque el filósofo construye discurso, el diseñador construye a partir de los objetos o de la imagen gráfica, el arquitecto a través del espacio, el antropólogo y el sociólogo a partir de las relaciones humanas pero el artista tiene la capacidad de poder articular, fusionar, recoger y expresar toda esa producción que es vertiginosa, explosiva y continua.

 

¿Cuáles son los movimientos que le han abierto brecha al arte en la ciudad?

 

Fundamentalmente las bienales iberoamericanas de arte que tuvo Medellín en los años 68, 70 y 72. La creación de las facultades de artes en la Universidad de Antioquia, en la Universidad Nacional y la historia del Instituto de Bellas Artes, la creación del Museo de Arte Moderno de Medellín, el Festival Internacional de Arte y el renacimiento del Museo de Antioquia a partir del año 2000. Esos son los hitos más importantes del arte en la ciudad que propiciaron una madurez en el contexto nacional e internacional.

 

La consolidación de las facultades de arte propició una nueva generación de artistas, la generación urbana. Estos artistas han trascendido las fronteras locales con su obra, son maestros de las actuales generaciones y rompieron con la vieja tradición de la escuela de pintura antioqueña, desde los años 60 hasta los 90. Además abrieron el campo a los nuevos artistas para que den a conocer otros lenguajes, la aproximación a nuevos medios y tecnologías.

 

Todo esto ha madurado un proceso en la producción artística, en la apreciación del público frente a la obra y en la valoración de nuevas formas de creación.

 

¿Por qué Medellín en el panorama del arte internacional sigue siendo sinónimo de Fernando Botero cuando hay una explosión de otros artistas?

 

El problema de la ciudad en los años 80 y 90 por la eclosión del narcotráfico y la violencia social y política, provocó que no hubiera confianza al interior de la ciudad. En el entramado del arte esto significó que durante mucho tiempo ni los entes gubernamentales ni de la empresa privada quisieran patrocinar eventos de arte que abrieran las puertas de la ciudad porque era inestable la situación.

 

El mismo narcotráfico ayudó a sobrevalorar la obra de arte, la formación de nuevas galerías que se beneficiaron con un mercado falso, dio a conocer a algunos personajes singulares de la historia del arte antioqueño, pero no ayudó a que las nuevas generaciones de artistas pudieran tener visibilidad y reconocimiento.

 

Entonces en el imaginario colectivo se quedó Fernando Botero. Pero artistas como Adolfo Bernal, Hugo Zapata, José Antonio Suárez, entre otros de gran importancia, que participaron a nivel internacional con su obra, no tuvieron un proceso institucional que pudieran acompañarlos para lograr más resonancia nacional o internacional.

 

Y por eso fue la misma creación individual, su importancia como discurso plástico, la que fue leída por otros países, por otros investigadores e instituciones artísticas y lo que propició el reconocimiento de estos artistas y sus obras. Pero en la ciudad se quedaron dos generaciones (las de los 80 y 90) sin la posibilidad de tener una visibilidad como proyecto de ciudad.

 

¿Qué le está aportando el Centro a esta nueva dinámica del arte en la ciudad?

 

En el Centro de Medellín confluyen múltiples expresiones. Esto asegura un público espectador que cualquier otra ciudad quisiera. Tenemos una dinámica permanente de personas inquietas, deseosas y ávidas de arte.

 

Yo creo que la apreciación del arte en la ciudad ha mejorado porque desde lo institucional y lo privado se han renovado espacios más amables. Por supuesto, la ciudad todavía tiene problemas de exclusión, de hostilidad e informalidad que hacen a veces difícil la convivencia y permanencia en este sector. Pero el Centro con sus múltiples facetas es un espacio propicio para que los artistas se nutran de la cultura y la gente haga parte de las múltiples manifestaciones que se generan en la ciudad.

 

Carlos Uribe

 

Empezó estudios de arquitectura pero claudicó en el sexto semestre. Luego se formó como historiador de la Universidad Nacional y de ese coctel intelectual le quedó el interés por el arte. Empezó su producción artística a los 28 años y por eso bromea diciendo que él es una promesa tardía. Ha sido investigador, docente y curador de arte, pero se ha hecho más memorable por su obra "Horizontes" (1999), donde con técnicas digitales intervino la pintura homónima de Francisco Antonio Cano, al agregar una avioneta fumigando cultivos ilícitos. Según el artista con esta obra buscó "darle una mirada actual y política a la pintura más importante de la primera mitad del siglo pasado y con el concepto de apropiación hacer una revisión a la historia del arte". Este es Carlos Uribe.

 

 

Periódico Centrópolis, Medellín, edición 51 de diciembre de 2006, página 12

 

 

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